Los tatuajes tienen un complejo contenido simbólico en las diversas épocas y culturas. Algunos han sido parte de rituales iniciáticos y formas de marcar señales de identificación con varios grupos. Tienen connotaciones más permanentes que las pinturas faciales y corporales propias de distintos pueblos ancestrales y grupos étnicos.

En el caso de las bandas delincuenciales, los tatuajes también pueden tener un conjunto de variadas connotaciones simbólicas. Por ejemplo, formar parte de rituales de iniciación para ser integrante de una banda, lo cual marca sobre la piel el sentido de pertenencia y permite obtener el reconocimiento de los demás integrantes. Ya que la experiencia de ser rechazado, excluido, es una de las más dolorosas que puede vivir una persona, el formar parte de un grupo es una necesidad psicológica esencial. Y esa necesidad de pertenencia está fuertemente presente en las bandas, en mucho debido a que buena parte de sus integrantes provienen de distintas formas de marginación social, económica y cultural.

‘Me hicieron sacar la ropa para buscarme un tatuaje de los Lobos o Tiguerones, si lo encontraban me mataban’, relata aún aterrado un joven que fue abandonado en Durán después de un robo

En los caóticos escenarios de vida de las bandas, los tatuajes también envían mensajes de advertencia respecto al poder y al grado de violencia de determinada banda, lo cual puede disuadir a potenciales rivales, y pueden ser usados también como una manera de producir temor no solo a los adversarios, sino al conjunto de la sociedad e incluso a las fuerzas del orden. Ello puede también provocar rechazo de parte de los ciudadanos, al asociar cualquier clase de tatuaje como señal de pertenencia a grupos delictivos, o al menos de simpatía hacia ellos, cuando en realidad la mayoría de los tatuajes se deben a la presión grupal que los ha puesto de moda, especialmente a través del ejemplo de figuras del deporte, la música, el cine, la televisión y las redes sociales.

Respecto a la moda de los tatuajes, vigente globalmente ya por más de dos décadas, puede contener en principio alguna manifestación de rebeldía y cuestionamiento a las costumbres y a los lineamientos estéticos previos, pero tragicómicamente se convirtió aceleradamente en una nueva forma de tradición.

En la búsqueda de una identidad personal original, muchas personas acuden a tatuarse, sin darse cuenta de que se transforman en un lienzo de piel que las mimetiza a semejanza de millones de personas alrededor del mundo, lo cual más bien las desindividualiza.

La simbología de los tatuajes es una forma extendida de la simbología de las máscaras, presente en todas las culturas a lo largo de la historia: permite por un lado encubrir el rostro o la identidad real, pero a la vez hace posible asumir un personaje diferente a la identidad usual del sujeto.

La simbología tatuada en el cuerpo puede manifestar contenidos de tradiciones culturales milenarias. Pero, tristemente, también pueden ser expresiones de códigos de pandilla.

* Jaime Costales Peñaherrera es profesor de Psicología Social de la Universidad San Francisco de Quito. Es antropólogo, clínico social, politólogo y escritor. (I)