Nota del editor: Esta historia debió ser exclusiva para nuestros suscriptores, pero como un aporte a quienes se esfuerzan por emprender y mejorar la economía del país, la ofrecemos abierta a todas nuestras audiencias.


Un viaje despertó la imaginación de Hugo Armendáriz en 2016 y fue en Nueva York, en Estados Unidos, que observó unos conos de helados, pero quería verlos diferentes en Ecuador. Entonces pensó que podía hacerlos de plátano, pero con un distinto relleno. Y fue ahí que ya ideó un negocio con versión criolla.

“Era unos conos de waffle como los tipos de helado, pero más crocantes y rellenos con pollo empanizado con distintas salsas. Y yo quise plasmar ese negocio acá en Guayaquil porque en ese tiempo yo no había visto nada similar”, cuenta Armendáriz, de 30 años, a quien le encanta cocinar.

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Intentó primero con papa y no le resultó. Después con plátano, pero no fue al primer intento sino luego de cuatro meses que creó el cono, que al inicio no era tan crocante como ahora.

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Entonces lo ejecutó y en 2018 lanzó King Cone, la marca de los conos de verde rellenos de pollo, costilla, lomo, camarón con moros y más combinaciones bajo la imagen de un mono, una de las especies características de la Costa.

Y en esos primeros meses, en su único local, vendía ocho conos al día, lo que ya era una gran alegría para Armendáriz. Sin embargo, hubo momentos de tristeza a tal punto de ya no seguir: “Tuve mal manejo del negocio, no sabía qué tan rentable iba a ser y muchas veces quise tirar la toalla”.

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El negocio seguía marchando y ganando más clientela hasta que llegó el 2020 y con esto la pandemia de COVID-19. Para ese entonces Armendáriz ya contaba con tres ayudantes, y con mucho dolor, para que King Cone continúe, tuvo que quedarse con una persona.

“Me costó muchísimo sobrevivir y sobrellevar la situación. Apenas tenía un año con el negocio y fue un golpe durísimo para mí porque me costó decirle a mi empleado, que tenía en ese tiempo, que no le podía dar trabajo porque no daban los números. No daban las estadísticas como para poder tener a alguien”, asegura y agrega que junto con la otra persona eran quienes preparaban y vendían los conos, incluso a domicilio.

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Los rellenos de los conos son de lomo, chorizo, costillas, salsa de champiñones, camarón y otros. Foto: Francisco Verni. Foto: El Universo

Aunque no siempre fue así y después todo cambió. “Pasó el tiempo y el negocio creció. Y ahora cuento con cinco empleados”, resalta Armendáriz, quien señala que los conos de plátano se volvieron populares a tal punto de llegar a facturar entre 80 y 90 conos al día. “Yo creo que la textura del verde me ayudó”, puntualiza el emprendedor.

Entre sus logros está su equipo, una pieza fundamental, pero no es lo único. En este año participaron en la feria gastronómica Raíces y obtuvieron dos galardones.

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“Ganamos la estrella culinaria de plata y el premio de innovación. Ese ha sido el logro más grande que significa muchísimo para mí, para mi crecimiento personal. Por eso el emprender significa arriesgarse, crecer como persona. Hacer algo que me gusta, hacer algo que siempre he querido, significa muchas cosas, pero en eso sí, en los principales: sacrificio y constancia”, expresa Armendáriz.

Y continúa: “Si uno empieza con algo, pues va a haber obstáculos que siempre van a interferir en algo, pero siempre hay que tener la mente alta y seguir con los sueños que uno quiere”.

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Esa perseverancia de Armendáriz le dio el impulso que necesitaba y hoy está orgulloso de los comentarios que recibe de sus clientes. “Los clientes significan muchísimo porque dependo de ellos, de los comentarios. Siempre pregunto: ¿cómo estuvo el producto?, ¿cómo estuvo la atención?, ¿cómo se sintieron?”, dice el emprendedor.

Los conos de plátano cuestan entre $ 4,50 y $ 6 aproximadamente. Se arman en un molde que enrolla el producto y la cocción es clave para la textura. “Para mí ha sido un poquito difícil y complicado la cuestión de emprender, porque yo me había quedado sin trabajo y siempre quise buscar la manera de tener algo propio, de iniciar algo personal para salir adelante y, bueno, entre esos siempre me ha gustado la cocina, experimentar”, cuenta.

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Armendáriz se inspira en su familia, en su esposa, sus padres, para no decaer en el camino de mantener un negocio. “La inspiración está en querer ser mejor cada día, en querer mostrar un producto bueno, fresco. Y más que todo al gusto de los clientes. Yo veo mi negocio en un futuro como algo grande, quizás una franquicia”, apunta.

El emprendedor sueña también con exportar y que se conozca el origen de King Cone. “Actualmente yo vivo del negocio, es mi fuente de trabajo y con eso, gracias a Dios, he de seguir. Quisiera exportar el producto, pero primero iniciar en los supermercados. El cono o algún producto que sea con la base del plátano, pero con el nombre y marca de King Cone”, sostiene. (I)