¿De quién es la responsabilidad del impacto ambiental?, ¿quiénes son los actores a cargo de un cambio?, las respuestas a estas preguntas tiene un solo personaje: todos los que vivimos en el planeta Tierra.
Esa fue la afirmación en la que coincidieron Claudia Salem, fundadora y directora de Yo Siembro; Ezequiel Castro, director de la fundación The Social Project; y Roberto Manrique, actor y activista ambiental.
Ellos aseguran que los cambios para minimizar el impacto ambiental vienen de cada ciudadano que inicia desde un hábito, el cual se aprende en el hogar.
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“Es un tema que pasa desapercibido y cuando lo visibilizamos a través de la transparencia generamos un cambio. El ciclo del carbono muestra que todos estamos conectados porque los organismos vivos generamos carbono. No se trata de culpar al otro ni reconocer cuál es mi real parte del proceso. Hay que unirnos por objetivos, hacer visibles los temas como los gases de efecto invernadero. El principal error es pensar que la naturaleza está fuera de nosotros“, dice Salem.
Y agrega que si bien es cierto que las empresas pueden impactar de manera más amplia, son los hogares los que deciden qué empresas crecen.
Con esto concuerda Manrique, quien señala que con esta decisión se pueden realizar cambios profundos para administrar los recursos de manera eficiente.
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“Esto empieza en los hogares, porque luego gracias a nuestras elecciones podemos afectar a las empresas, que vayan cambiando las estrategias. Un ejemplo es la industria alimentaria: no nos decían lo que nos daban, pero nuestros hábitos empezaron a cambiar y colocaban más ingredientes; por nuestras elecciones cambian las cosas”, señala.
Acciones comunitarias
Castro indica que el tema es demasiado importante, pero mientras más acciones, mejor, como un programa que lleva adelante llamado Ecotrueque, en el que, por ejemplo, una comunidad recoge material contaminante, como el plástico de manglares.
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“Buscamos que la comunidad se convierta en guardianes del manglar, ese plástico lo intercambiamos por productos que necesitan, por un servicio de limpieza del manglar. Si no se muestra lo que está pasando la gente no es consciente”, explica Castro.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el 64,4 % de los hogares ecuatorianos clasificó o separó algún residuo (orgánico, papel, plástico, metal, etc.). Y el principal residuo clasificado de los demás fue el plástico con 44,9 %.
Gustavo Manrique: ‘Tanto los hogares como las empresas son claves para lograr el cambio ambiental’
Otro factor es la participación de los ciudadanos en actividades ambientales y solo el 9,2 % afirma haberlo hecho en alguna, como por ejemplo en programas o iniciativas de educación ambiental.
Frente a esto, Salem indica que la educación es muy clave. Ella posee un proyecto en el que imparte estos conocimientos de manera gratuita en instituciones públicas y privadas con el objetivo de sembrar un hábito.
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“La única forma de avanzar es unirse. Mi esperanza siempre está puesta en los niños, porque con una educación generamos hábitos sostenibles que no solo dan bienestar a las personas, sino a la naturaleza”, dice y añade que con su programa de huertos también fomenta esta actividad, este amor a la naturaleza, a cuidarla.
“Cuando tú le ofreces al niño el contacto directo con la tierra, los hábitos mejoran al doble“, apunta.
Manrique resalta que es indispensable, además, una conexión espiritual con la naturaleza que ayuda a la salud mental; y Castro recuerda que la responsabilidad es de todos y que el momento de empezar debe ya iniciar, pero en conjunto, no solo de uno. (I)