Tiene cinco pétalos cuadrangulares con distintos tonos, a veces es anaranjado, amarillo o blanco. Miden menos que la palma de una mano y al tocarlas son suaves. A simple vista es una hermosa y delicada planta.

Nombres no le ha faltado. Se la conoce con varios, desde ojo de poeta, ojos negros, ojo de buey, hierba del susto hasta ojo de bruja Susanita. Según la plataforma iNaturalist, se ha usado para curar el mal de ojo, el mal aire y el susto.

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Sin embargo, su presencia no es grata en Quito. En esta ciudad ya es un peligro por su comportamiento invasor, el cual ha eliminado a especies nativas.

De esta manera es cómo cubre a las especies nativas hasta que desaparecen. Foto: cortesía del Municipio de Quito.

“Es una planta trepadora, y son especies que no han evolucionado en nuestros ecosistemas y eso hace que no tenga un control. Las especies nativas tienen depredadores, tienen enfermedades que controlan sus poblaciones de forma natural”, afirma Iliana Herrera, profesora investigadora en la Universidad Espíritu Santo.

El ojo de bruja Susanita, cuyo nombre científico es Thunbergia alata, proviene del continente africano, específicamente de Zambia, en el sur.

“Esa especie cuando llega a esta nueva localidad, en este caso en Ecuador, no tiene casi herbívoros depredadores, enfermedades que puedan regular sus poblaciones, entonces las hace competitivamente superiores”, explica Herrera, quien agrega que esta trepa hasta las copas de los árboles.

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Cuando eso ocurre, de acuerdo con la investigadora, la planta nativa no puede hacer fotosíntesis porque es cubierta completamente y muere.

“La planta o especie que está debajo de la Susanita (así también se la conoce) empieza a morir porque ya no recibe la luz del sol y eso cambia totalmente el ciclo ecosistémico”, argumenta Sebastián Pillajo, jefe de la Unidad de Patrimonio Natural de la Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito.

¿Qué se está haciendo?

Esta Alcaldía tiene identificada dos zonas. En la primera, que es en las quebradas, actúan mediante la prevención. Y en la segunda, que es en Cumbayá, Tumbaco, Puembo, Nayón, Zámbiza y Conocoto, se aplica el control y la erradicación.

¿Cómo se lo hace? De acuerdo con Pillajo, la primera opción es manual y consiste en arrancar la planta de la raíz con un gancho. La segunda es un control orgánico a través de un producto a base de vinagre.

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“Eso nos permite llegar a zonas inaccesibles en pendientes de quebradas”, dice Pillajo y añade que, por lo general, se usan drones de fumigación.

Y la tercera herramienta es evitar la propagación o venta de la especie en viveros. “Hemos hablado con Agrocalidad para prohibir la venta de la misma”, apunta Pillajo.

“La Susanita tiene una particularidad, se puede reproducir tanto por semillas como por esquejes o por vegetal asexual, es decir, ramas, tallos, cualquier parte de la planta puede generar raíces. Entonces, al ser una especie que requiere demasiada luminosidad, en este caso corresponde a la hora del sol, se trepa sobre cualquier especie”, explica Pillajo.

El Municipio de Quito prevé una minga donde invitarán a universitarios y a la ciudadanía en general para continuar con la erradicación del ojo de buey.

‘No solo está en Quito’

La investigadora Herrera considera que la erradicación es la mejor opción, pero sostiene que es difícil porque la efectividad es muy baja, ya que está en todas partes.

“En este caso lo que se puede hacer es establecer prioridades, por ejemplo, cuáles son las zonas que yo quiero que esté libre de Thunbergia alata. Tenemos que enfocarnos, saber cuáles son las áreas protegidas en donde ha llegado y empezar por allí el control. Es muy difícil que tengamos todos los recursos económicos para erradicar la especie, porque no solamente está en Quito, está también en Cuenca, en Ambato y cada vez más se está expandiendo”, dice Herrera.

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En la capital, además de las quebradas, la Thunbergia alata está en las riberas de los ríos; en los parques Guangüiltagua, La Armenia, en Quito, y Los Algarrobos, en Cumbayá.

‘Thunbergia alata’ proviene de África. Ahora ha llegado hasta México y Colombia. Foto: cortesía del Municipio de Quito.

En tanto, el único problema con la Thunbergia alata no es que mueren otras especies para que esta sobreviva, sino el denominado cruce de estas.

“Creo que es el impacto que pasa desapercibido, pero el peor. A esto se le conoce como hibridación. Tenemos reportes, por ejemplo, de una hibridación entre dos especies de Polylepis. Entonces, la especie invasora es más abundante y va a reproducirse más, y esto a mediano y largo plazo lo que va a generar es que el genoma de la especie nativa desaparezca. Vas a tener muchos individuos híbridos con más genes de la especie invasora”, alerta la investigadora Herrera.

¿Se puede evitar el ingreso de especies?

Herrera indica que es extremadamente complicado controlar el ingreso de especies, peor cuando se trata de semillas. Hay varios ingresos, terrestres, aéreo, fluvial y pueden venir hasta inintencionalmente, por ejemplo, adheridos a la vestimenta de una persona, etc.

“Estas especies pueden ser transportadas por las actividades humanas. Una vez que esta especie es introducida aproximadamente entre el 10 % y el 20 % de estas especies logran escapar del cultivo, por ejemplo, algunas plantas son introducidas como ornamentales, de forma accidental, vienen en semillas. Una vez que esa especie ha establecido una población ya puede reproducirse por sí misma sin ayuda del ser humano”, sostiene Herrera.

La investigadora menciona que la mayoría de las especies invasoras tienden a formar parches monoespecíficos, es decir, que no dejan que otras se establezcan y generan un impacto negativo. “Una planta invasora puede competir por espacio y por polinizadores con especies de plantas nativas. Hay algunas plantas que tienen un polen que es alérgico y esto aumenta los costos de mantenimiento para controlarlas”, explica. (I)

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