La diferencia de salarios entre hombres y mujeres se mantiene en Ecuador, marcando una diferencia de casi cien dólares.

Las personas del género masculino ganaron un promedio de 494,9 dólares en junio de 2024, y las del femenino, 402,2 dólares.

El valor se calcula de los ingresos que reportan los que tienen un trabajo, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Este nivel salarial va acorde con el promedio de las horas trabajadas.

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Las mujeres laboraron habitualmente, según las cifras de junio de 2024, un promedio de 31,7 horas a la semana. Los hombres, 37,5. El cálculo incluye la ocupación principal y la secundaria, en caso de haberla.

La brecha salarial existente no logra zanjarse, lo que responde más a ideas predeterminadas en la cultura, pero también por realidades respecto al rol tradicional que ha tenido la mujer en la sociedad.

El acceso al mercado laboral y la brecha salarial serán parte de los temas que se tratarán en el foro ‘Mujeres que rompen paradigmas’, que se realizará el 28 de agosto de 2024 a las 10:00 en la Universidad Espíritu Santo (UESS).

Susana Herrero, directora del Centro de Investigaciones Económicas de la Universidad de las Américas (UDLA Ecuador), indica que esta brecha salarial y el hecho de que las mujeres en edad de trabajar (grupo conformado por las personas que tienen 15 años o más) participen menos del mercado laboral del país, ya sea trabajando o buscando un empleo, se deriva de tres causas.

La primera es que en las mujeres recae la carga del cuidado de la casa y de los hijos, lo que implica una porción grande de tiempo. “Cuando la relación empieza se acuerda que ambos se encargarán de la casa y de los niños, pero al rato, cuando nacen, el papá no le puede llevar al pediatra, reunirse con la profesora ni pasar malas noches porque no puede dejar de trabajar”, dice Herrero.

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Las encuestas del INEC sobre la ocupación del tiempo muestran que las mujeres dedican más del doble del número de horas a la semana en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos respecto a los hombres.

“Alguien lo tiene que hacer. El hombre entiende que tiene el derecho de que no puede hacerse cargo porque desempeña una tarea laboral y la mujer asume la carga sin cuestionar el no hacerlo”, dice.

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La segunda causa es que la mujer, por lo general, realiza todavía trabajos complementarios. “Cada vez que hay una crisis y aumenta el desempleo, las más perjudicadas son las mujeres. En una empresa, en dos puestos similares, la jefa o el jefe se decantan por echar a la mujer ya que asumen que el hombre lleva la carga económica en los hogares”, explica.

La tercera causa es que los trabajos que históricamente realizan las mujeres son peor remunerados, pese a que requieren de más responsabilidad y de estudios: “Se dedican a las tareas del cuidado. La mayoría de enfermeras, profesoras de guardería y de las escuelas y colegios son mujeres”.

Cuando se compara el salario de una profesora de la guardería con el de un albañil, el de este último es mucho más alto. “Pese a que para ser profesora si tienes que estudiar y para ser albañil en la mayoría de los casos no. Y pasa lo mismo con los trabajos técnicos que realizan los hombres. Un plomero o un mecánico gana mucho más que una enfermera y ni hablemos de una asistente de enfermera”.

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El modelo económico patriarcal decide cuánto vale cada cosa, afirma Herrero. “El trabajo que implica la maternidad, el cuidado de los adultos mayores muchas veces ni siquiera está pagado”.

Lo que se necesita es un cambio cultural que posicione de mejor forma el trabajo que tradicionalmente han realizado las mujeres, plantea la especialista.

La idea de que la mujer realiza trabajos complementarios, por horas, de manera puntual y coyuntural es otra de las concepciones que deben ajustarse, dice Herrero.

Los hombres que trabajan en el sector privado y público recibieron un sueldo promedio de $468,2 y $1.067,6 en junio de 2024, superior al de las mujeres que fue de $439,1 y $963.

La diferencia es mayor en el grupo de los que trabajan de manera independiente. El de los hombres llegó a $429,6 y el de las mujeres a $257,2.

Para conseguir un cambio Herrero hace dos planteamientos. La primera es la legislación y lo segundo es educación a la ciudadanía. “Todavía el movimiento feminista sigue viéndose como la gran amenaza porque hay un grupo de personas privilegiadas y lo que el feminismo propone es que dejan de tener esos privilegios porque no los merecen”. (I)

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