El hundimiento del Titanic pasó a ser una de las tragedias náuticas más catastrófica y la más recordada por el mundo ante la muerte de 1.496 personas de las 2.208 que abordaron la embarcación inglesa.

Del naufragio del transatlántico se desprenden miles de historias sobre los pasajeros que abordaron la nave, y algunas que llamaron la atención fueron las de unos valientes caballeros latinoamericanos. Estos hombres se comportaron como verdaderos héroes mientras el barco se hundía aquella noche del 14 de abril y hasta la madrugada del siguiente día en el año 1912.

Entre las más de dos mil almas que habían en el Titanic, estaban varios latinoamericanos que tienen una interesante historia detrás del accidente que acabó con la vida de todos, menos una tripulante argentina.

Publicidad

Titanic: 4 curiosidades sobre la famosa embarcación 110 años después de su naufragio

Historias de los únicos latinos que estuvieron en el Titanic

La caballerosidad de cinco latinos que abordaron el barco con destino a Nueva York, fue clave para que el destino de estas personas cambiara, pero salvando a otras, reseñó Infobae.

El mexicano Manuel R. Uruchurtu, el argentino Edgardo Andrew y los uruguayos Ramón Artagaveytia, Francisco Carrau y José Pedro Carrau son los únicos latinos que embarcaron el barco, según confirmó a EFE una vocera de Musealia, empresa encargada de Titanic: The Exhibition.

En la tripulación también había una latina, se trata de la argentina Violeta Jessop, una camarera que logró sobrevivir al naufragio. Además, un cubano, Servando José Florentino Ovies y Rodríguez, aunque aseguran que este era asturiano, pero vivía en La Habana.

Publicidad

Manuel R. Uruchurtu

De origen vasco, era un político nacido en Hermosillo, México. Uruchurtu era miembro de una familia pudiente y destacada en el noroeste de su país.

Cuando el Titanic chocó con el iceberg, el azteca subió al bote 11, gracias a su estatus de diputado, entonces, apareció Elizabeth Ramell Nye, quien “imploró ser incluida en el bote salvavidas, alegando que su esposo e hijo lo esperaban en Nueva York”, contó un pariente suyo llamado Alejandro Gárate Uruchurtu, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic.

Publicidad

Uruchurtu cedió su lugar a la dama y, a cambio, le pidió que visitara a su familia en Veracruz para contarles su destino. En 1924, Elizabeth cumplió su promesa, aunque tiempo después se descubrió que ella había mentido, ya que ni estaba casada ni tenía ningún hijo, según el artículo de Gárate Uruchurtu.

Edgardo Andrew

Oriundo de Río Cuarto, se fue a estudiar en Inglaterra a los 17 años, pues sus padres eran ingleses. Al año siguiente, Andrew le escribió a su enamorada Josey que no podía esperarla en ese país porque se iba a los Estados Unidos en el Titanic, según una investigación del diario Clarín.

“Figúrese Josey, que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”, escribió en la carta Andrew.

Al momento del siniestro, Edgardo salió de su camarote al pasillo y se encontró con Winnie Trout, quien sobrevivió y fue una voz fundamental para los historiadores. Casi 40 años después del accidente, Trout contó a los familiares que el pasajero argentino tenía colocado ya su chaleco salvavidas y viéndola a ella desesperada, se lo cedió para después arrojarse al mar.

Publicidad

Violeta Jessop

Una que sí logró sobrevivir fue Jessop, una camarera argentina, quien además fue testigo de los accidentes de otros dos de los mejores transatlánticos de su época, todos de la naviera White Star Line.

Nació en 1887, sus padres eran irlandeses. Pertenecía a la tripulación que sobrevivió a la colisión en 1911 del Olympic con el vapor Hawke, y en 1916 se salvó del hundimiento del Britannic.

Violeta cuenta que desde el bote salvavidas vio el hundimiento del Titanic y cómo soportó ocho horas de angustia hasta ser rescatada por el Carpathia. “A medida que el bote descendía, un oficial me dio un bebé para que lo cuide. Y me arrojó un bulto al regazo”, contó ella, aunque jamás supo quién era ese niño.

Violet Jossep. Foto: BBC Mundo

Ramón Artagaveytia

Otra de las memorables historias es la del acaudalado uruguayo descendiente de vizcaínos y que cuarenta años antes se salvó del naufragio del vapor América, en el Río de la Plata.

Ramón era pasajero de primera clase, por lo que tenía derecho a un puesto del bote salvavidas. Sin embargo, no subió y fue visto por varios pasajeros en la cubierta del barco junto a otros dos paisanos, los Carrau.

En su cadáver fue hallado entre su ropa un reloj de bolsillo parado a las 5:00 de la mañana, hora diferente a la del naufragio que fue a las 2:25 horas, lo que significa que estuvo a punto de salvarse, ya que los equipos de rescate habían llegado a esa hora.

Los Carrau

Francisco de 28 y José Pedro de 17 años, de quienes no hay certeza si eran primos o tío y sobrino, tenían un camarote en la primera clase, según la Enciclopedia Titánica.

Su familia era de origen catalán y fueron fundadores de una de las compañías más antiguas de Uruguay llamada Carrau & Cía, que en la década de 1910 ya estaba “fuertemente consolidada en el mercado contando como engranaje básico a Francisco Carrau Rovira”, según la página de Internet de la empresa. (I)