Para la fiscal Ana Hidalgo, la mañana de este lunes 1 de julio, fue el momento adecuado para continuar con la reconstrucción de lo sucedido aquel 9 de agosto de 2023, cuando varios sicarios se acercaron y atacaron con armas de fuego a la camioneta de color gris doble cabina, sin blindaje, a la que estaba por subirse el candidato presidencial Fernando Villavicencio.

Mediante los testimonios de los agentes policiales que fueron parte de la cápsula de seguridad, de médicos legistas que hicieron la valoración médica de varias personas que resultaron heridas y de víctimas que fueron alcanzadas por balas en el ataque criminal, Hidalgo quería dejar claro que lo que ocurrió a los exteriores del coliseo, ubicado en el norte de Quito, donde terminaba un mitin político de la campaña presidencial de la alianza Gente Buena-Construye, fue parte de un asesinato concertado y planificado en el que intervinieron los cinco procesados, otros que ya fallecieron en cárceles y varios que están aún en la mira de la Fiscalía.

Capitán Cristian Cevallos, jefe de Seguridad de Fernando Villavicencio

Poco después de las 16:00 del 9 de agosto de 2023 la cápsula de seguridad recogió a Fernando Villavicencio en un restaurante en el centro-norte de Quito el que estaba con dos mujeres y Pablo Orellana. Para ingresar al mitin político en el coliseo, el candidato le habría entregado su celular personal y él, a su vez, entregó el celular al conductor. “Era un día más, un día normal de trabajo, como todos los días siempre con todas las precauciones del caso”.

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Avanzaron hasta la tarima, el evento duró unos 30 o 40 minutos y en el lugar había entre 800 y 1.000 personas. Más o menos a las 18:00 el evento finalizó y empezaron a salir por la puerta que ingresaron. Había gran presencia de personas y bajaron al candidato. Como jefe de dispositivo armó el operativo de evacuación, pero fue algo raro para él que una persona grite de la nada “sácale, sácale”.

Seis o siete pasos más adelante, recordó, estando al costado izquierdo del presidenciable e intentando abrir la puerta, él escuchó varias detonaciones y de muchos lugares. Lo que hizo fue “reducir silueta”, sacó su pistola e inmediatamente repelió el ataque que venía de muchos lugares.

“Había muchas personas, todo mundo corría por todo lado. En ese momento lo que hice es que me fui reptando por la parte posterior de la camioneta que se encontraba en la parte de afuera. En ese momento vi que pasaron dos motocicletas por mi costado izquierdo y yo seguía disparando. Me levanté y lo primero que hice fue ingresar a ver el estado del candidato. Ingresé a la camioneta y le vi herido, le tomé del pecho y en ese momento le dije: Nos atacaron, resista, nos atacaron. Le senté bien porque estaba un poco inclinado. En el interior de la camioneta las dos señoritas que estaban desde el restaurante estaban gritando. Una de ellas dijo: a mí también me dieron. Una se tomaba del cuello y a la otra chica se le preguntó a usted: ella se tocó el cuerpo y dijo, no, yo no estoy nada”, explicó el capitán Cevallos.

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El oficial corrió hasta la avenida Amazonas y ahí le dijo al cabo primero Luis Cañizares, conductor de la camioneta, que regresaran a los vehículos para evacuar. Subieron a la camioneta de la Dirección General de Investigaciones y ordenó que se vayan a la clínica más cercana, no importando que invadan la vía. Luego de parquearse en la vereda, Cevallos gritó pidiendo ayuda en la casa de salud. Alguien sacó una silla de ruedas en la que colocaron al candidato herido.

En el interior de la clínica una funcionaria le dijo que el cuerpo de Fernando Villavicencio aún tenía signos vitales. El capitán Cevallos le dijo al guardia de la clínica que lo acompañe afuera, que van a venir a matar al candidato si él aún sigue vivo. Salió solo el oficial, pues el guardia no quiso hacerlo porque no tenía ni siquiera pistola. “Recién asimilaba lo que estaba sucediendo. A los paramédicos les dije que llamen al 911, que digan que soy tal persona, que nos atacaron y que manden policías. Siquiera estuve parado ahí entre 15 y 20 minutos. Luego empezaron a llegar más heridos a la clínica”.

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Luego de pasado un tiempo se acercó al oficial un médico y le dijo: yo no trabajo aquí, pero vine a colaborar. Hice todo lo que pude, pero acaba de fallecer. De la impresión, el oficial recuerda que no le pudo contestar al doctor. Se paró, luego llegó Criminalística, le preguntaron que si disparó y él respondió que sí. Les quitaron las armas de dotación, les hicieron una prueba de parafina y rindieron versión.

En su tercera jornada se retomó la audiencia de juicio por el crimen de Fernando Villavicencio este lunes, 1 de julio.

“Estaba totalmente en shock, para mí fue algo muy duro y trágico. Estuve casi dos años con el candidato desde febrero de 2022 hasta el día de los hechos. Fue un privilegio y un honor el haber estado al lado de una persona que era tan recta y correcta y haberme ganado la confianza de esa persona”, explicó.

Cabo Luis Cañizares, integrante de la cápsula de seguridad de Fernando Villavicencio

Cuando llegaron al lugar del mitin político en el norte de Quito habría encontrado gran cantidad de personas y agentes de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) haciendo un cerco para el ingreso del candidato. El cabo como conductor designado de la camioneta de color plomo sin blindaje esperó a que ingrese el candidato al coliseo y de ahí decidió, junto a un patrullero que lo escoltaba, ir a la parte trasera del coliseo para estacionar los automotores. Esto no se concretó porque había mucha gente, por lo que decidieron estacionar los carros en una zona aledaña.

Uno de los integrantes de la cápsula se habría quedado cuidando los vehículos y el cabo Cañizares fue al coliseo para dar seguridad al candidato. Ya casi al final del mitin se le ordenó que vaya por los vehículos y que se coloque en la puerta principal del coliseo, que ese era el lugar por el que iba a salir. Se colocaron en el punto, donde había agentes de la UMO y muchos seguidores.

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“Yo estaba dentro del vehículo listo para evacuar. Cuando regreso a ver el señor candidato había salido con su dispositivo de seguridad en forma de diamante. Llega a la puerta, le abren la puerta y no bien ingresa el señor candidato empiezan las detonaciones. No sabía de dónde venían los impactos de bala, solo me fijé que caían los pedazos de vidrio en mi rostro. En medio del ataque, giro mi cabeza y veo a una persona que pasa en precipitada carrera con un arma de fuego y me comienza a seguir disparando. Yo ya no pude hacer nada adentro del vehículo y me tocó bajar de la camioneta y disparar para repeler esta amenaza”, sostuvo el testigo de los hechos.

Luego de hacer el uso progresivo de la fuerza, el cabo, sostuvo, el atacante se sintió atrapado y botó algo hacia el parterre. Finalmente, lo pudo controlar en el piso y dejó al sospechoso a cargo de un agente policial. En medio del tumulto, el cabo primero del GIR alcanza a escuchar al capitán Cristian Cevallos que les decía que vayan a los vehículos. En ese momento, al regresar a la camioneta, pudo observar que el candidato presidencial tenía una herida en la cabeza.

Condujo velozmente y en contravía hasta llegar a la clínica cercana. Entre el capitán Cevallos y él subieron a un herido candidato a una silla de ruedas y metros más adelante, ya dentro de la casa de salud, lo colocaron en una camilla. Para esto, Cañizares ya se pudo comunicar con el líder del Grupo de Intervención y Rescate (GIR), del cual provenía originalmente, le comentó la novedad y pidió apoyo de personal.

Patricia Barragán, víctima colateral del ataque a Fernando Villavicencio

La mujer de 55 años de edad, desde Miami, Estados Unidos, rindió su testimonio para la Fiscalía. Ella viajó hasta ese lugar por cuestiones de seguridad y para curar las heridas causadas en el ataque criminal contra Fernando Villavicencio el 9 de agosto de 2023.

De aquel día la seguidora de Fernando Villavicencio recuerda que luego de escuchar la intervención del presidenciable, ella subió a la tarima porque tenía que hablar un tema que estaba pendiente con el candidato. Al acercarse no le pudo decir nada porque había mucha gente y además porque él y su cápsula de seguridad empezaron a salir del lugar.

Barragán, en un punto de la salida del candidato del mitin, le alcanzó a decir: Fernando, yo necesito hablar con usted, deme cuatro minutos. Villavicencio habría regresado a ver y le dijo que no había cómo porque había mucha gente. Luego su seguridad le abrió la puerta y “empezaron miles de detonaciones”. En un punto, afirma la mujer, ella pensó que eran juegos pirotécnicos celebrando lo de Fernando Villavicencio, pero se dieron cuenta de que eran disparos.

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Instintivamente lo que hizo fue darse la vuelta, ponerse en cuclillas en la entrada del coliseo y tratar de cubrirse. Luego que acaban los disparos, Barragán se levanta e ingresa en el coliseo y empezó a sentir que por el pecho le rodaba sangre.

“No hice nada más que apretar la herida para evitar que salga sangre. Se me vinieron muchas cosas a la cabeza y me desmayé. Cuando medio me repuse sentí que una chica me estaba dando los primeros auxilios. Me revisaron, confirmaron que tenía un orificio arriba del corazón. Fue todo doloroso. (...) Más tarde escuché que mataron a Fernando”, relató vía telemática para el Tribunal de Juicio.

Avanzado el tiempo, quienes revisaban a Patricia Barragán se dieron cuenta de que también tenía otra herida en uno de los brazos. Una bala no ingresó, pero sí rozó una de las manos. Ya en el hospital al que la llevaron sus familiares, una tomografía confirmó que la testigo tenía un orificio de entrada y otro de salida muy cerca del corazón. Por ambas heridas, la del pecho y la mano, se mantuvo hospitalizada por cuatro días. Un total de $ 10.000 habría gastado hasta el momento en su recuperación.

“Fernando Villavicencio, un hombre al que admiro muchísimo y que para mí fue un honor y un orgullo estar junto a él, apoyarlo en todo momento. Estuve en todos los lugares en donde pude haberle acompañado. Es un honor estar junto a un hombre de la talla y la valía del excandidato Fernando Villavicencio”, concluyó Barragán.

Asambleísta Gisella Molina, exasambleísta Gente Buena-Construye

La actual asambleísta contó que asistió al mitin en el coliseo del norte de Quito por invitación personal de Fernando Villavicencio. Al lugar ella y un grupo de sus seguidores habrían llegado cerca de las 18:00 de ese 9 de agosto de 2023. Su arribo, dijo, se produjo cuando se terminó el mitin convocado. Molina alcanzó a observar a Villavicencio a la salida del coliseo rodeado de un grupo de amigos y simpatizantes y ningún otro de los candidatos de la lista que él representaba.

Villavicencio llamó a Molina y lo hizo pasar adonde estaba. Conversaron pocos instantes y empezaron a salir. De un momento a otro llegó uno de los chicos de seguridad de Villavicencio y con el brazo la sacó del grupo. Ese empujón de la seguridad le habría hecho sentir algo rara a la asambleísta, porque, explicó, ella ya había recorrido varias provincias junto a Fernando Villavicencio.

Molina siguió caminando cerca de la cápsula de seguridad, pero fuera de ella. En ese punto se dio cuenta de que cerca de ella iba una persona que llevaba una camiseta del movimiento de Villavicencio y tenía una bandera y se cogía las manos justo a la altura del “esternón”. “Le vi a la cara y esperaba que me diga algo porque pensé que era un simpatizante de Fernando. Me miró a los ojos y no me dijo nada, no intentó hacerme una sonrisa, tener empatía,...”, anotó.

En otro momento, de entre la cápsula de seguridad Fernando le habría hecho señas con su cabeza a Molina diciéndole vamos. Ante eso la asambleísta comenzó a caminar a pasos largos. Pasando el último pasillo, pasando la reja de la puerta, Molina empieza a buscar a los chicos de provincia con los que llegó.

Quito, 12 de agosto de 2023. Verónica Sarauz, viuda del excandidato a la presidencia Fernando Villavicencio, ofreció una rueda de prensa en el Hotel Ibis Quito. API / HAMILTON LÓPEZ Foto: API

Mientras buscaba a los suyos, Gisella Molina se da cuenta de que esa persona que estuvo a su lado hace solo instantes daba unos pasos algo extraños hacia el capó de la camioneta que esperaba al presidenciable. La idea que le generó a la asambleísta era que esa persona era cercana a Villavicencio y se iba a sentar en el asiento del copiloto. En ese momento, esa persona habría soltado las manos de su pecho y sacó un arma.

“Yo sabía que lo iban a matar y seguramente me confío en que avanza a la otra puerta Fernando y digo: el carro del Fernando debe tener blindaje. Esa era mi lejana esperanza que en ese rato se me ocurrió. (...) A mí no se me ocurrió tirarme al piso ni nada. Solo quería ver qué es lo que pasaba con Fernando. En eso que estaba parada viendo es que me impacta un fragmento de bala en el ojo y de ese momento en adelante no me acuerdo hasta que me despierto en el piso sangrando. Recuerdo que la gente gritaba y todo el mundo corría para el interior del coliseo”, mencionó.

En momento específico Molina logró observar que el tipo que estaba cobijado con la bandera estaba en el piso vivo, pero había mucha gente que lo golpeaba por la indignación y le gritaban que él fue el causante y que otros se fueron.

Debido a las heridas a Gisella Molina la llevaron a una casa de salud cercana en la que luego de atenderla de forma emergente médicos pedían que se vaya porque había posibilidad de que los sicarios regresen a terminar con la vida de las personas que quedaron heridas. La actual asambleísta recordó que al día siguiente de la muerte de Villavicencio a su teléfono llegaron una serie de amenazas, las cuales serían parte de una denuncia que colocó en la Fiscalía.

Ya en el interior de la clínica a la que la llevaron de emergencia, Molina dice que vio el cuerpo sin vida de Villavicencio en una camilla y que no recuerda quién fue, pero que una persona entró en esa habitación y tomó una foto del cadáver. (I)