Según un estudio de la Organización Mundial de Turismo, el turismo constituye un vehículo para el empoderamiento político, social y económico de la mujer, especialmente en países en vías de desarrollo. El estudio indica que el turismo, más que otras actividades económicas, permite el acceso de la mujer a la fuerza laboral y que es más probable que las ministras, secretarias de Estado o directoras de turismo de gobiernos seccionales sean mujeres. Sin embargo, el mismo estudio advierte que en países en vías de desarrollo, estos puestos han sido tradicionalmente ocupados por exreinas de belleza en lugar de personas con la preparación técnica necesaria para dirigir el desarrollo turístico de los destinos. Además, mientras hay más mujeres que hombres trabajando en turismo en el mundo, la mujer percibe salarios menores y tiene menos oportunidades para acceder a puestos directivos en el sector privado.

En efecto, el turismo puede ser una actividad tremendamente sexista. Pongamos como ejemplo las líneas comerciales de aviación. Los pilotos son en su mayoría hombres, y las tripulantes de cabina son en su mayoría mujeres. Mientras los hombres son escogidos para desempeñar su trabajo de acuerdo a sus capacidades y su conocimiento técnico, pareciera que en el mercado laboral turístico muchas veces las mujeres se escogen de acuerdo a su apariencia física. Lo mismo sucede en los puntos de atención al cliente de hoteles, agencias de viaje y algunos establecimientos de alimentación (¿recuerdan el restaurante Hooters?). En muchos empleos en turismo, la presión para verse bien pareciera que sobrepasa la presión por prepararse bien. ¿Cómo les digo a mis estudiantes mujeres que en nuestra profesión no siempre importa cuánto se esfuercen si a la larga lo importante es que sean bonitas? La apariencia se compra a través de un sueldo y se vuelve una mercancía. El mensaje de la mujer-mercancía es muy claro para los clientes hombres y quienes trabajan en estos puestos de atención al cliente se vuelven fácilmente objeto de hostigamiento sexual.

Otro ejemplo de lo sexista que puede ser la actividad es el uso de mujeres en bikini para promocionar actividades, productos o destinos turísticos. El uso de mujeres en la publicidad turística se acepta como un acto inofensivo y se justifica diciendo que es una forma de admirar la belleza de la mujer ecuatoriana. Cuando usamos el cuerpo de una mujer para vender un destino o un producto, estamos promoviendo la desigualdad de sexos: las mujeres están a disposición de ser vendidas y los hombres tienen el derecho de compra y el derecho de uso. El mensaje que se envía es claro y nada inofensivo: venga a las playas de Ecuador, donde usted puede disfrutar libremente del paisaje y de las mujeres. Está bien documentado como destinos turísticos que se promocionan a través de sus mujeres no solamente han visto el incremento de visitas por turismo sexual, sino también del tráfico ilegal de niñas y niños. Así es como el turismo en lugar de empoderar a la mujer, la denigra a un objeto de consumo y se convierte en promotor activo de la desigualdad y la injusticia social.