El 2014 fue un año brillante para el turismo en el Ecuador. Según el informe del Ministerio de Turismo, se fortaleció la inversión privada en el sector, se obtuvieron numerosos reconocimientos internacionales y la campaña All You Need is Ecuador llegó a 446’719.028 personas en el mundo entero. Además, las llegadas de turistas al Ecuador aumentaron en un impresionante 14%, muy por encima del crecimiento turístico mundial del 4% previsto por la Organización Mundial de Turismo.

Sin embargo, el informe de este año del Ministerio de Turismo enfatiza al mercado por sobre lo social y no refleja cómo el turismo ha contribuido al Buen Vivir de la gente. En mi opinión, si el gobierno central, a través del Plan Nacional del Buen Vivir y la nueva Constitución del Ecuador, promueve la inclusión, participación e inversión social, el trabajo digno, la igualdad de género y la protección de la pluriculturalidad, entre otras políticas de corte social, estos mismos lineamientos deben reflejarse en la gestión pública del turismo a nivel nacional.

El turismo del Buen Vivir, entre otras cosas, procuraría el acceso al viaje y descanso a la mayoría de los ecuatorianos. Un estudio de la Universidad de Westminster sugiere que las políticas de acceso al turismo para familias de bajos ingresos mejoran la autoestima, productividad y el comportamiento proactivo en la sociedad. Políticas públicas de turismo doméstico y social, más allá del decreto de feriados nacionales, o la construcción de buenas carreteras y paradores turísticos que faciliten el viaje, deberían incluir el manejo de los frecuentemente abarrotados destinos de turismo doméstico, así como mecanismos de financiamiento –que podrían aplicarse a través del IESS o MIES– para facilitar el viaje a los sectores menos privilegiados de la sociedad.

El turismo también puede apoyar el derecho al trabajo digno y protegido por la ley. No a través de la creación –a veces forzada– de productos turísticos por parte del sector público, sino a partir del fomento a cadenas de producción entre pequeños, medianos y grandes empresarios. La formalización de trabajadores independientes, pequeñas empresas e iniciativas comunitarias se convierte en un punto de partida fundamental y urgente para homogeneizar las reglas del juego y estimular la comunicación, la producción conjunta y las redes de negocios entre diferentes prestadores de servicios.

Finalmente, se podría mejorar la participación ciudadana en la toma de decisiones a través del incentivo a la conformación de organizaciones de gestión de destino que reflejen y representen a los diferentes actores sociales y sectores productivos en un marco de igualdad, de diálogo y, sobre todo, de intercambio de información para el trabajo articulado. Eso sería una verdadera revolución democrática en el turismo de nuestro país.

Si bien es cierto que el Buen Vivir se refleja en varios esfuerzos que han estado o ya están en ejecución, es importante que este se refleje tanto en la gestión como en la rendición de cuentas. Que el nuevo año sea una oportunidad para desarrollar un turismo más justo, más democrático y más enfocado en mejorar la calidad de vida de las personas que se dedican a esta actividad o que visitan nuestros destinos turísticos. (O)