Cuchil o Cutchil –parroquia del cantón Sígsig– es un pueblo alegre y trabajador, tierra fértil y apta para el cultivo de manzanas, peras, duraznos, reina claudias y capulíes, además de maíz, fréjol, hortalizas y todo bien de Dios. Cutchil, para gente joven, resulta hoy demasiado pequeña. Las oportunidades de trabajo, cada día, son más escasas.

Los organismos de Gobierno, nacionales y locales, han cerrado sus ojos frente a un problema que, con el aumento de la población, sigue in crescendo: la falta de trabajo. La angustia y la desesperación lanzan a jóvenes y adultos a soluciones arriesgadas. De entre ellas, viajar a la tierra del sueño americano: surgen los salvadores, pintan resultados fáciles. Así nació el lucrativo negocio de los coyotes.

Anthony Bueno, avecindado en Cutchil, acuerda con un coyote el ingreso a los Estados Unidos por quince mil dólares. Diez mil se pagan por anticipado, el resto a la llegada al destino. ¿De dónde quince mil dólares para quien nada tiene? Ha pasado más de un año, nada se sabe de Anthony, se presume lo peor; su mujer, su hijo y demás familiares lloran su ausencia; piden ayuda al Gobierno Nacional.

¿Debe el Gobierno prestar ayuda a nuestros emigrantes furtivos que no llegan a su destino? Este modus operandi es un cáncer que hizo ya metástasis. No procede una ayuda del Estado porque se trata de un convenio privado, es mi primera reacción. Durante algo más de dos décadas el coyote se convirtió, en especial para Cañar y Azuay, en tabla de salvación para casos extremos de pobreza y anhelos de una vida mejor. Muchos jóvenes, también algunos adultos, decidieron jugar a la ruleta rusa. Algunos llegaron a su meta a trabajar ‘como burros’ para pagar las deudas contraídas. Esto es historia y presente a su vez. Esta práctica perniciosa, vigente aún, al margen de la ley, es una bofetada al consorcio de mentirosos que propaló, no hace mucho, urbi et orbe, que ‘Ecuador ya cambió’. Ellos nunca se propusieron terminar con los coyotes, ¿por qué?

Cuando las fuerzas laborales jóvenes se ven obligadas a emigrar, por falta de trabajo, ¡claro que es responsabilidad de los gobiernos porque descuidaron sus obligaciones! En consecuencia, las autoridades indirectamente son corresponsables de aquello que pueda suceder a nuestros compatriotas cuando buscan soluciones fuera de nuestros linderos. No son viajes de placer porque se desafía a la muerte y se espera más allá de toda esperanza.

Canciller María Fernanda Espinosa Garcés: ¿se ajusta a derecho conceder nombramientos de agregados culturales a nuestros emigrantes para que gocen de los derechos que hoy tienen hermanos, hijos y amigos de la RC, en países con representación diplomática? ¿Es factible, canciller?

El presidente LMG declaró: ‘Ahora se ha dado por llamar revolución a cualquier pendejada’; es decir, la revolución ciudadana –a la que se refiere el presidente– es una pendejada y quienes la integran, presentes en el actual Gobierno, lo son también; en consecuencia, deben ser excluidos de la nómina oficial. ¡Claris verbis!

“Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo termina por hundirse en el abismo”, Sófocles. (O)