Las emociones y sentimientos que nos produce el destape de la corrupción del anterior gobierno, como decepción, rabia, desconfianza, indignación, rechazo, incluso odio y rencor, unidos al recto anhelo de justicia o a la desesperanza e impotencia, pueden constituir una mezcla peligrosa si no tomamos conciencia de lo que toda esa basura que va saliendo cada día produce en nosotros.
Los estados emocionales, especialmente los negativos, como la ira, son muy contagiosos y más difíciles de controlar, y no podemos permitir que por culpa de otros se contaminen ambientes tan importantes como el hogar y trabajo.
No les concedamos más poder aún a los corruptos para que penetren nuestros hogares y nos dañen el ambiente de paz y armonía que depende básicamente de los jefes de familia.
Estamos mal en el país, es verdad, pero los cambios pertenecen a todos.
Es preciso estar muy atentos en estos tiempos de crisis porque la capacidad de tolerancia y paciencia puede ser vulnerada y disminuir o desaparecer, generando problemas y también resentimientos en el seno familiar, en el trabajo o entre amigos.
Algunas personas pueden tender a la pasividad por la decepción, entrar en estados depresivos bajando su ritmo de trabajo, el sentido del humor, incluso la afectividad.
Seguramente la cantidad de mensajes, fotos o videos jocosos, caricaturescos y justicieros pueden aplacar las emociones negativas, siempre que no se queden solo en eso… en la burla satírica o en la crítica, porque el afán legítimo de justicia no puede desaparecer jamás.
Creo que nadie podría afirmar que no le afectan la corrupción política y la desvergüenza para saquear el país. Todos hemos sido perjudicados y sentimos además un dolor muy grande por esta patria que parece hundirse porque también se ha perdido la fe en la justicia.
Nos aterran los efectos del mal ejemplo ya que la corrupción se extiende como una plaga contra la que hay que estar muy bien “vacunados” para no caer en el contagio. Todos sabemos cómo hasta en el tránsito vehicular se corre el riesgo de ser acusado injustamente de una infracción a fin de ser extorsionado a dar una coima a cambio de la injusticia… No se debería estar vulnerable hasta ese punto, necesitamos aprender a defendernos.
Desgraciadamente, el mal ejemplo es más fácil y atractivo de seguir que las virtudes y la rectitud…
Fortalecer la conciencia de la honestidad y el respeto a las normas y principios morales es un imperativo de la educación del hogar, de las escuelas y colegios, de todas las instituciones sociales, incluso de las empresas de trabajo.
Exigir que se haga justicia, que se recuperen los valores robados al pueblo ecuatoriano, sin desmayar, hasta lograrlo y denunciar valientemente las incorrecciones y corrupción, son nuestras tareas que tenemos por delante y por largo tiempo, porque no podemos conformarnos con el triunfo de los sinvergüenzas que han saqueado el país.
Pero asimismo debemos educar y dar ejemplo de honradez auténtica a las generaciones jóvenes. (O)