Resulta tan y tan común escribir sobre Venezuela en estos días que nada ya sorprende, sin embargo al conocer que exfuncionarios del gobierno de Rafael Correa están brindando asesoría en temas económicos a Nicolás Maduro (Patricio Rivera y otros) con el fin de encontrar salidas a la tragedia financiera que vive Venezuela, no me queda sino reconocer que el pobre Maduro no tiene idea, la más remota idea, del lío en que se está metiendo con ese tipo de ayuda.

Por otra parte, la sombra del problema venezolano se proyecta también a la decisión tomada por el gobierno de Lenín Moreno de abandonar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), mamotreto institucional del cual formaba parte desde hace nueve años; en la práctica, el Ecuador formó parte de dicha alianza exclusivamente como base del proyecto de la alineación política liderada por Hugo Chávez, quien trazó la hoja de ruta para fácil y dócil seguimiento por parte de otros gobernantes de la región. En todo caso, por primera ocasión el Gobierno nacional asume una posición crítica al referirse a la falta de voluntad del Gobierno de Venezuela “para abrir las puertas a una solución democrática y a tener un dialogo nacional genuino, sin exclusión de ningún tipo”, lo que naturalmente es un avance en la postura ecuatoriana, sin embargo vale la pena recordar que desde hace algún tiempo la ALBA era una institución inservible y postrada, por lo que la salida ecuatoriana de dicha alianza es, por ahora, solo una muestra de decoro.

En otro aspecto de la situación venezolana, la mayoría de la opinión pública, la Iglesia, las Naciones Unidas han criticado la decisión del Gobierno ecuatoriano de solicitar pasaporte a los ciudadanos venezolanos; siendo también crítico con esa decisión, resulta necesario tener una visión más integral del problema de esa inmigración, especialmente si se toma en cuenta que cualquier política de acogida tiene que blindar el riesgo de una eventual xenofobia, tal como está ocurriendo en Costa Rica respecto de los refugiados nicaragüenses y en Brasil con los venezolanos que desesperadamente cruzan la frontera. Por eso resulta inevitable y sin perjuicio de rechazar la exigencia del pasaporte, considerar temas como el impacto de la inclusión de los venezolanos en el mercado laboral del país, la seguridad pública (ojo con el dato de que Venezuela es considerado uno de los países más violentos del mundo), la presencia de mafias que se aprovechan de la migración masiva y otros aspectos relacionados con un flujo tan considerable de inmigrantes.

En todo este caos, leo que Maduro acaba de introducir la fórmula de “cero mata cero” como solución mágica que será implementada por primera vez en la historia económica del mundo como medida revolucionaria para salvar a Venezuela de la anarquía financiera en la que se encuentra sumida, y recuerdo entonces que Patricio Rivera y sus amigos posiblemente estén prestos para ayudar en la implementación del nuevo milagro venezolano. La esquizofrenia en su apogeo, pobre la patria de Bolívar.

(O)