Y como si hubiese sido poco aquel petulante cuestionamiento a Montesquieu, formulado desde las altas esferas de una supuesta democracia republicana, el mismo Correa después se permitió sugerir el sacrilegio político de que la “información” (confundiéndola torpemente con la “comunicación”) sea una “función” del Poder Público del Estado... ¡como la Justicia! Pero como fracasó en esa tentativa general, de refundar al país, tuvo que tratar de conseguir lo mismo, captando a su manera el control de todos los poderes del Estado, con el auxilio de su Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Y fue entonces cuando, en marzo de 2009, se dio el lujo de decir, urbi et orbi, “porque el presidente de la república, escúchenme bien, no es solo el jefe del poder Ejecutivo, es el jefe de todo el Estado ecuatoriano y el Estado ecuatoriano es poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, Transparencia y Control Social, superintendencias, Procuraduría, Contraloría, todo eso es el Estado ecuatoriano”. O sea, “L’ ètat c’est moi”.

Mientras tanto, él seguía construyendo nuevos enemigos, mientras que Ecuador continuaba su caída hacia una inminente era de persecución y miedo.

Para confirmarlo, recordemos que en el año 2015 Cynthia Viteri desnudó valientemente en la Asamblea Nacional al tristemente célebre 30 de septiembre de 2010, reclamando por la injusta muerte de Froilán Jiménez y aludiendo al efecto a un régimen de terror instaurado por el entonces presidente, al comparar ese tristísimo episodio con otros acontecimientos de un género similar, como el caso Dayuma, el de Bosco Wisuma y las persecuciones contra los periodistas en general y contra EL UNIVERSO,   Expreso  ,  Teleamazonas  y radio Arutam en particular.  

Y ahora, en el año 2018, mirando las cosas en retrospectiva, abunda el material verosímil para reconocer que en la década en que fue gobernado por Correa, Ecuador sufrió una manifiesta época de persecución y miedo; para entender mejor lo cual conviene recordar la famosa frase de Nicolás Maquiavelo, que decía: “un gobernante debe buscar ser temido antes que amado”; recomendación que –en la época de su gobierno– Rafael Correa siguió al pie de la letra. Quienes tuvieron la suerte de leer El séptimo Rafael, de Mónica Almeida y Ana Karina López, seguramente encontraron en sus páginas las razones personales para ello, y quienes leyeron ya Tatay Correa, de Lourdes Tibán, habrán constatado los múltiples ejemplos propios de las persecuciones y del imperio del miedo del correato.

Particularmente, yo no quiero dejar de mencionar aquí ciertos nombres imborrables, como Fausto Valdiviezo, Jorge Gabela, Quinto Pazmiño, Janet Hinostroza, Tania Tinoco, María Josefa Coronel, Emilio Palacio, Bonil, Carlos Vera, Jorge Ortiz, Alfonso Espinosa de los Monteros, Galo Lara, Martha Roldós, Doménica Tabacchi, Mery Zamora, Martín Pallares, Christian Zurita, Juan Carlos Calderón, Fernando Balda, la revista Vanguardia y el diario Hoy, así como el descarado papel de la Senain, los “linchamientos sabatinos”, las sentencias “Chucky Seven”, el “Estado de Propaganda”, las persecuciones a los banqueros, a los medios de comunicación independientes y a los empresarios no alineados; y, desde luego, el tristísimo papel que desempeñó la LOCA, que fue el mejor escudo y el mayor aliado del correato para todas sus tropelías; ya que ese engendro del mal causó enorme daño en el mundo de la comunicación en Ecuador, por la autocensura, por las sanciones injustas, por las amenazas permanentes, por las persecuciones económicas, y, en definitiva, por la falta de la libertad que sufrieron los medios independientes y los periodistas de investigación, para averiguar, denunciar y publicar lo que entonces, por obra y gracia de la LOCA, no pudieron averiguar, ni denunciar ni publicar.

Y ahora, que ya se ha descubierto el papel que cumplió y el daño que causó la LOCA, ¿cómo es posible que puedan existir personas serias y medianamente informadas que persistan en mantenerla viva, contentándose con la ilusión de suprimir de ella todas las evidentes estupideces y las comprobadas deformaciones con las que nació? ¡Si esa treta dejará el resto de la LOCA enteramente vivo, infestado como está, con el resentimiento patológico y el revanchismo con el que se gestó y se parió, y que seguirán escondidos detrás de cada palabra y de cada coma; listos para atacar de nuevo, en la primera oportunidad!

¡La LOCA debe derogarse totalmente! Y cuando eso se haga, debería recordarse que Ecuador vivió y sobrevivió sin una Ley de Comunicación por más de 180 años; que no necesitó, porque en su legislación general y en los Instrumentos Internacionales sobre Derechos Humanos, que Ecuador ha hecho suyos, ya existían y existen normativas suficientes para los efectos del caso. Y quienes lo duden, que revisen los arts. 16 al 20 de la Constitución, junto al numeral 7 del art. 66 de la misma, y los arts. 512 al 518 del COIP (que corresponden a los arts. 383 al 389 del anterior Código de Procedimiento Penal). (O)

... la LOCA fue el mejor escudo y el mayor aliado del correato para todas sus tropelías; ya que ese engendro del mal causó enorme daño en el mundo de la comunicación en Ecuador, por la autocensura, por las sanciones injustas, por las amenazas permanentes, por las persecuciones económicas...