Ante las recientes afirmaciones de la ministra de Salud Pública de que el Ecuador seguramente podrá certificarse como libre de malaria en pocos años, destaca un reciente estudio que alerta sobre un resurgimiento relacionado con casos exógenos de malaria. Sin querer abonar a los recientes sentimientos xenofóbicos contra la población venezolana, debemos tomar en cuenta que esta investigación muestra que, al igual que en Perú, en el último año se encontró un número importante de casos de malaria relacionados con la llegada de migrantes desde Venezuela.

El estudio fue llevado a cabo por académicos de Upstate Medical University del estado de Nueva York en Estados Unidos, en conjunto con el Ministerio de Salud Pública del Ecuador. Los autores destacan que, aunque los ministerios de Salud de Ecuador y Perú reaccionaron rápidamente para tratar a los pacientes citados en el estudio y mejorar la vigilancia, la realidad es que los casos de malaria en Ecuador se incrementaron de 378 en 2013 a 1.279 en 2017. En el mismo periodo hubo igualmente un incremento en el vecino Perú y otros países de la región.

Debido a que el mosquito que transmite la malaria continúa presente en Ecuador, los investigadores advierten sobre los riesgos de un resurgimiento debido a que Venezuela cuenta con más de la mitad de los casos de malaria en la región. Los efectos de la enfermedad y los medicamentos utilizados para contrarrestarlos, sobre todo en niños y mujeres embarazadas, y por tanto sus costos directos e indirectos, no son despreciables. Es fundamental entonces que mejore la colaboración bilateral Ecuador-Perú, pues la transitoriedad de la población migrante inhibe una adecuada atención de los casos. Igualmente, es necesario que se incrementen los recursos para vigilancia y control que fueron reducidos tras la erradicación de malaria en la provincia de El Oro.

La ministra de Salud, Verónica Espinosa, acaba de asegurar en una entrevista radial que los casos de malaria están localizados en lugares que no incluyen los señalados por este estudio, y por tanto no parece estar tomando en cuenta los riesgos de la falta de servicios de salud y otros mecanismos de apoyo relevantes para los migrantes recién llegados. Tal vez esta sea razón suficiente para que el Gobierno mejore las estrategias de acogida de quienes huyen de la tragedia social y económica venezolana.

Entre las diez grandes amenazas en salud definidas por la Organización Mundial de la Salud se encuentra el cambio climático, el cual está íntimamente relacionado con la malaria. Aun cuando esta enfermedad ha decrecido en un contexto de mayor cambio climático, es indudable que este tiene influencia cuando se suma la vulnerabilidad social de poblaciones migrantes y zonas de paso fronterizo.

Una de las autoras del estudio, Anna Stewart-Ibarra, profesora de la Facultad de Medicina y directora del Programa de Investigación de América Latina del Instituto para Salud Global y Ciencia Traslacional de la universidad mencionada, justamente hablará sobre estos resultados en una conferencia sobre cambio climático, vulnerabilidad social y salud mañana lunes 11 de febrero, a las 17:30, en el Centro Cultural Benjamín Carrión, en Quito. Es una oportunidad única para tomar nota de sus recomendaciones. (O)