Si una persona, por convicción propia, decide vivir a contracorriente, alejándose de algunas costumbres, creencias o prejuicios sociales, probablemente será tachada de excéntrica, rara, extremista o loca. Y, en la historia, hay muchas que fueron asesinadas por esta razón.
El Maestro Jesús, que alcanzó una gran popularidad, rápidamente, por su poder de sanación y la autoridad de su palabra, durante su corta vida pública, se atrevió a acercarse y tocar a los leprosos considerados impuros, quienes tenían que vivir completamente aislados, para evitar los contagios. Él sanó a cuantos pudo y se reincorporaron a la vida social.
Las personas declaradas impuras según la ley eran intocables, como las mujeres durante sus periodos menstruales y después de los partos, los heridos como el de la parábola del Buen Samaritano o los que tenían enfermedades de nacimiento.
Jesús sanó a la mujer que padecía hemorragia por años, a muchos ciegos, sordos, lisiados de nacimiento y no tuvo ningún problema en tocarlos. Él los sanaba y volvían a incluirse en la sociedad.
Hablarle a una mujer también era mal visto entre los judíos. Por eso en el relato del Evangelio de Juan, los apóstoles se sorprenden al ver a su Maestro en conversación con una mujer y además de Samaria, cuyos habitantes eran enemigos despreciados por el pueblo judío que incluso los llamaban “perros”.
Las mujeres por su condición de inferioridad en todo frente al varón también eran excluidas del sacerdocio y estaban segregadas en el templo, pero Jesús las incluyó entre sus discípulos y algunas acompañaban sus recorridos. Fueron mujeres las primeras en enterarse de su resurrección.
Fue muy criticado por curar en sábado, día de descanso para los judíos y Jesús les dijo claramente: el sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Tumbó las mesas de los mercaderes en el atrio del templo.
Llamó para ser su discípulo a Mateo, un publicano o cobrador de impuestos (de los romanos) que eran todos odiados por abusar de su cargo, ser pecadores y corruptos, rechazados por todos igual que Zaqueo, y cuando lo cuestionan por comer con ellos Él dice: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”…
En su famoso Sermón de la Montaña nos deja 8 Bienaventuranzas que constituyen el núcleo de la vida cristiana y como dice el papa Francisco en su exhortación Gaudete et Exultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual: “Son como el carné de identidad del cristiano (…), sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad…”
¿Cómo estamos viviendo los cristianos hoy? ¿Seguimos la corriente del mundo o nos atrevemos a romper los esquemas de marginación e injusticia? ¿O tal vez pensamos que solo curas, monjas, misioneros, unos cuantos laicos comprometidos son los únicos llamados a vivir de esa manera?
Definitivamente, no es sencillo seguir la doctrina de Jesús, es un esfuerzo diario. Es una aventura que vale la pena afrontar.
(O)