Aunque entendamos mucho o poco sobre inteligencia artificial, forma parte de nuestro diario vivir, la usan compañías de las cuales algunos somos usuarios; también se encuentra en medios y plataformas digitales que visitamos todos los días. 

¿Y si vamos más allá no pensando en servicios sino en una inteligencia artificial independiente que no necesite del ojo humano?, es lo que podemos ver en videojuegos de acción y de aventuras gráficas; dichos juegos muestran el desarrollo de la inteligencia artificial en máquinas que se ven como humanos, llamadas androides. Los creadores mencionan que la idea de los juegos no era narrar historias sobre inteligencias artificiales, pues querían plasmar el significado del ser humano y los sentimientos que nos generarían si nos ponemos en el lugar de un androide que descubre nuestro mundo y las emociones. En los juegos, los androides fueron creados para servir a los seres humanos, para realizar las cosas pesadas, actividades cotidianas que los humanos ya no quieren o no tienen tiempo de hacer, o para analizar detalles que personas podemos pasar por alto. A medida que dichos juegos avanzan, las “vidas” de  los androides se ven en diferentes situaciones, reflejando lo que algunos ya hemos preguntado: ¿cómo las máquinas reemplazarán la mano de obra humana?, ¿dará como resultado falta de empleo? Los androides no tienen necesidades básicas como comer, vestirse, etcétera; no generan gastos, no hay que pagarles salarios, si llegan a tener fallas en su sistema, tienen garantía para que todo marche como debe de ser. ¿Esta tecnología desarrollada por los propios humanos en algún momento se verá peligrosa, ya que los robots reemplazarán a los trabajadores? ¿En el futuro existirán seres que no sean de carne y hueso y con su comunidad podrán elegir a su líder político y juntos enfrentar a los humanos y exigir libertad e igualdad de derechos? Es un poco loco e irreal pensar que esto puede pasar en el futuro, pero la tecnología que usamos todos los días se vio de esta forma muchas décadas atrás. ¿Estamos preparados para vivir con este tipo de inteligencia artificial?(O)

Samantha María Jijón Gagliardo,

24 años, Guayaquil