Un día de esta semana asistí al patio de comidas de un reconocido centro comercial en la zona norte de Guayaquil. Una señorita muy atenta ofrecía a los transeúntes un folleto en el que constaban, en fotos, apetitosos platos de comida. Seleccioné uno, pagué por el producto solicitado y esperé unos 15 minutos hasta que vibró la máquina que entregan mientas se espera. Cuando vi el producto le pregunté a la señorita a qué foto correspondía ese plato. Me mostró la foto y reclamé, pues lo solicitado en nada se parecía a lo que se me estaba entregando. 

Un señor, al parecer administrador del local, al escuchar mi reclamo simplemente se limitó a decirme “disculpe, señor, pero lo que pasa es que al cocinar el producto se reduce”. Ante tan absurda aseveración me limité a decirle que lo que hacen es engañar al consumidor con ese tipo de publicidad. 

En otra ocasión, asimismo en un local de un patio de comidas, pedí una hamburguesa. Viendo que la hamburguesa que me entregaban en nada se parecía a la de la foto de la carta y ante mi reclamo, me trajeron un producto mejorado, con las disculpas del caso. Si asumimos que el plato de la foto por el cual paga tiene un costo de tres dólares y el que se entrega en la realidad tiene un costo de un dólar, esto se llama estafa. Es como si usted pagara por tres metros y le entregaran dos metros. 

No es la primera vez ni será la última que al consumidor le pase lo que antes describo, mientras no exista una autoridad que controle e imponga las sanciones que el caso amerita, pues si esperamos honestidad de parte de locales hacia el cliente, esto no va a ocurrir. 

A más de considerarse una publicidad engañosa se la puede considerar como una estafa y, por lo tanto, sujeta a sanciones. El cliente paga por lo que ve y así debe ser el producto que se le entrega. 

¿Es muy fácil para la autoridad, a quien corresponda, este control? Basta que envíe funcionarios ocultos, que pidan los productos que ofrecen en las fotos y comparen con los de la realidad. 

Algunas autoridades deben intervenir.(O)

Manuel Fernando Navia Murgueitio,

ingeniero comercial, Guayaquil