Guayaquil, ¿capital deportiva? Así fue como percibí y disfruté en el ambiente deportivo que yo felizmente me crie, en ese Guayaquil de los años 40, 50 y 60 cuando solo se hablaba del éxito de nuestros deportistas.

En la natación, recuerdo el maravilloso campeonato sudamericano de los cuatro mosqueteros de Guayas, luego con los Sangster, E. Suárez, etcétera, o el olímpico con Jorge Delgado. El básquet en el viejo Huancavilca, con qué emoción recuerdo esos equipazos que nos dejaban roncos por los gritos de emoción y entusiasmo: Athletic; el de Fortunato Muñoz; Ferroviarios; de los Sandiford; LDE del chato Mejía; etcétera. Y el deporte del tenis con su máxima figura Pancho Segura y su campeonato mundial. Luego esa pléyade de estrellas como el gran Andrés Gómez, figura internacional, Lapentti, Olvera, etcétera. Y aquel béisbol traído por los entusiastas gringos Reed, en las tardes sabatinas en el Reed Park, de Yeyo Úraga. También el box de César Salazar, Publio Rodríguez, etcétera. El atletismo de Jacinta Sandiford, etcétera. El billar, con un imbatible Legarda. En cuanto al fútbol, tengo en mis recuerdos los encuentros apasionados en el Capwell recién inaugurado como nocturno, con motivo del XV Campeonato Sudamericano de Fútbol y luego el torneo del Pacífico con Magallanes de Chile; Alianza Lima del Perú; Aucas de Quito con Gonzalo Pozo; y los clásicos Emelec y Barcelona como locales. En los torneos de la federación amateur y luego profesional, lidiaban seis aguerridos equipos a más de los clásicos mencionados: Norteamérica (el que jamás tembló), Everest (con jugadores de esa escuela de cracks), Panamá SC, de Danton Marriott; 9 de Octubre, Patria, El Decano, Río Guayas, que brilló fugazmente en un solo torneo.

Han pasado los años y ya no oigo los gritos de alegría por triunfos extraordinarios y da tristeza e indignación que los escenarios deportivos tradicionales están abandonados. ¿En qué momento Guayas dejó de ser la estrella del deporte ecuatoriano? ¿Qué pasó con nuestros dirigentes a lo largo de estas décadas? No me explico por qué permitieron este descalabro. Ahora se contagió hasta nuestro fútbol profesional con pesares del astillero, ocasionando que las grandes hinchadas de sus equipos caigan en el desánimo por el más popular de los deportes. Ojalá por la juventud y su alejamiento de los vicios, las nuevas generaciones de dirigentes sienten cabeza y emprendan honestamente la rehabilitación de nuestro bien ganado prestigio guayaco y volvamos a ser nuevamente ¡capital deportiva del Ecuador! Así sea.(O)

Alfredo Minervini Faillace,

Guayaquil