Cuando Daniel Kauffman fue director del Instituto del Banco Mundial, puso en práctica todo su expertise sobre gobernabilidad y lucha contra la corrupción. Entre sus aportaciones podemos encontrar un pequeño artículo que resulta muy poderoso para quienes quieran comprender lo que es verdaderamente importante al momento de alcanzar una gobernanza de calidad.

El artículo ‘10 mitos sobre la gobernabilidad y la corrupción’, tal como su nombre lo indica, describe diez mitos que normalmente los ciudadanos, pero también los políticos asumen al momento de gobernar y demuestra cómo sencillas falacias pueden provocar el declive de las sociedades.

Uno de los mitos más interesantes es el noveno: Los países no pueden hacer mucho para mejorar su gobernabilidad. Es usual que se justifiquen la pobreza y corrupción en países en vías de desarrollo por las condiciones o comportamientos históricos y culturales, pero Kauffman lo rebate estableciendo que países de América Latina han logrado romper las cadenas de la pobreza elevando las condiciones de vida de sus ciudadanos. También señala a Corea del Sur y diferentes países de Europa Oriental, que al abandonar el comunismo resultaron ser ejemplos transformadores y de bonanza.

En Ecuador, con mucha naturalidad se discute sobre los supuestos de que nuestra cultura ha determinado el comportamiento de nuestros gobiernos y que a pesar de los esfuerzos, estamos condenados al subdesarrollo. Para desenmascarar esta mentira, es imprescindible que analicemos ejemplos de pequeñas naciones que han logrado resurgir a pesar de amenazas, desorden e inclusive guerras.

Israel es particularmente un ejemplo valioso. Esta nación ha vivido en permanente estado de guerra, colinda con naciones enemigas, pero aun así, es el segundo Estado con la mayor cantidad de compañías cotizando en bolsa, luego de Estados Unidos. Hay algo en la esencia de los israelíes que les ha permitido salir adelante. Dan Senor y Saul Singer, en su libro Start-up Nation: la historia del milagro económico de Israel, comentan que la palabra que mejor los describe es chutzpah, que significa coraje, insolencia, atrevimiento.

Israel es un país que prácticamente es un desierto, tiene las condiciones climáticas más inhóspitas, pero aun así, por medio de la innovación y también la necesidad, descubrieron el riego por goteo, que solucionó los problemas de sequía de sus plantaciones, pero también provocó que nuevas comunidades se desarrollen a lo largo del desierto gracias a esta nueva forma de abastecimiento.

Otra práctica interesante es la actitud que tienen los empresarios israelíes. En el libro detallan cómo uno de los empresarios más importantes del país aprovecha cada viaje de negocios para dictar conferencias a diferentes grupos de personas. Lo curioso es que no solo presenta las compañías que tiene o sus productos, lo que presenta es a Israel, como lo haría prácticamente un embajador. Sin ninguna representación política, estos empresarios han decidido promocionar su país en cualquier rincón que se encuentren.

Entonces ¿estamos condenados al subdesarrollo? Absolutamente no. Necesitamos que el capital humano reconozca sus capacidades y se convierta en eje central para la construcción de un país fortificado. Israel no se convirtió en potencia económica y de innovación precisamente por sus mandatarios, sino porque los gobiernos crearon las condiciones para que sus ciudadanos ejerzan con libertad acciones para desarrollarse en términos económicos y sociales. (O)