Lo que se está viviendo alrededor del mundo estos días no necesita ser relatado pero sí analizado. A pesar de que los actos de corrupción y vandalismo no son cosa nueva, parece ser que la pandemia ha despertado en los ciudadanos de múltiples países un gran rechazo hacia los políticos de turno y organizaciones inescrupulosas que aprovechan la incertidumbre para desestabilizar aún más.

Cuando creíamos que lo más grave a lo que teníamos que enfrentarnos era la pandemia, que hasta el momento ha cobrado la vida de más de trescientas setenta mil personas, nos encontramos con la dura realidad de que muchos Gobiernos no solo fracasan en el manejo de esta crisis, también se aprovechan de ella. En Ecuador, gracias a la valentía de los medios de comunicación, han empezado a salir a la luz esquemas de corrupción que además de demostrar la inmoralidad de los gobernantes de turno, han evidenciado cómo el servicio público ha puesto en el último lugar de importancia el bienestar de los ciudadanos.

Desde los sobreprecios en la compra de material sanitario durante la pandemia por parte de las instituciones de salud a nivel nacional, hasta el sistemático clientelismo adoptado por gobiernos locales, como la Prefectura del Guayas y el Municipio de Quito, han llevado al hastío a los ciudadanos sin importar sus preferencias políticas; simplemente la tolerancia se ha acabado. Fiscalía ha emprendido los primeros pasos para investigar los casos de corrupción, pero las esperanzas son escasas en un país donde la impunidad es la máxima del sistema judicial.

Por otra parte, en Estados Unidos luego de la muerte de George Floyd el pasado 25 de mayo, a manos de un brutal policía de Minneápolis, miles de personas de diferentes estados del país han tomado las calles para demandar justicia y una condena ejemplar del policía que perpetró el crimen. Además reclaman por la desproporcionada cifra de abusos policiales contra los afroamericanos. El caso de Floyd claramente no es uno aislado y ya es hora de dejar atrás las actitudes racistas. Martin Luther King luchó fervientemente por la aprobación de la ley de Derechos Civiles de 1964, como para que en pleno siglo XXI no se garantice la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos.

Pero esta no ha resultado ser una manifestación normal ya que grupos subversivos han aprovechado esta triste oportunidad para desestabilizar la nación. El movimiento Antifa se ha movilizado y en nombre de una supuesta reivindicación de derechos ha anulado los de los demás al destruir comercios, agredir personas y separado en dos grandes bandos a la ciudadanía, con la intención de “dividir y conquistar”. Donald Trump ha anunciado que designará como organización terrorista a Antifa porque así como en una democracia no se puede permitir la brutalidad policial, tampoco la aclamada justicia social puede ser alcanzada en detrimento de la paz de otros.

No podemos seguir viviendo en un mundo donde la corrupción y el vandalismo sean aplaudidos. Así como tenemos derechos, también debemos ejercer nuestras responsabilidades como ciudadanos, para promover el orden y el diálogo consensuado. (O)