Quito cantó muy pronto victoria frente al manejo de la pandemia, sobre todo cuando el contraste con Guayaquil, en los meses de marzo y abril, llevó a pensar que las cosas se estaban haciendo bien. Entonces surgieron las más precipitadas interpretaciones sobre la explosiva expansión del COVID-19 en Guayaquil: mostraba el fracaso del modelo guayaquileño, la indisciplina de sus habitantes, la angustiosa falta de empleo y trabajo que los llevaba a jugarse la vida en las calles antes que morir confinados.

Con el paso del tiempo, la situación de las dos grandes ciudades cambió.

Quito tiene ya más contagiados que Guayaquil (16 154 casos contra 12 130), el virus se irradia con mayor velocidad, su sistema hospitalario está al tope si no colapsado, y se han debido intensificar las medidas de disciplinamiento en las llamadas zonas calientes, con mayores operativos militares, ampliación del toque de queda, entre otras restricciones. Aún más, el propio Municipio de Guayaquil ha enviado brigadas médicas y ha donado material sanitario para ayudar a controlar el virus en Quito. El jueves 6 de agosto, la capital marcó un récord de contagios en un solo día con 908 casos positivos. La media de los últimos 15 días ha sido 200 casos diarios. Guayaquil, en cambio, ha tenido su mayor pico entre julio y la primera semana de agosto con 88 casos en un día, mientras su curva de contagio se aplana, cuando la de Quito sigue en ascenso.

La realidad de las dos ciudades frente a la pandemia cambió a pesar del tiempo que tuvo Quito para prepararse. Los expertos sostienen que el problema de Guayaquil fue el explosivo aparecimiento del virus y la velocidad a la que se expandió, lo que explica las dificultades enormes del sistema hospitalario para atender todos los casos que se presentaban, y el número de muertes que se produjeron. En Quito, la expansión fue mucho más lenta y progresiva, con un menor nivel de muertes, pero no por ello menos complicada y amenazante. Quienes vivimos en la capital sentimos que el virus se encuentra cada vez más próximo de nuestros entornos y ha provocado muertes de personas cercanas. Por un pésimo manejo de información, que muestra la confusión de las autoridades para manejar la crisis, en la capital prevalece el miedo y la incertidumbre, con un cuadro muy enredado de lo que se viene.

En Quito se han producido un conjunto de errores y omisiones. Recuerdo cuando el ministro de Salud afirmó, apenas la ciudad pasó al semáforo amarillo, que el 45 % de los quiteños ya se había contagiado y que el virus estaba bajo control. Lanzó esa cifra a boca de jarro, sin una explicación adecuada ni una sustentación empírica sólida. Luego vinieron los errores del Municipio con el escándalo en la compra y aplicación de las pruebas de contagio. Yunda cayó en desgracia y nos dimos cuenta de que con él nos encontrábamos en el aire: ni maneja bien la pandemia ni aclara las negligencias y eventuales corrupciones del Municipio. Y luego la demora de las autoridades nacionales y locales en preparar el sistema hospitalario para enfrentar la expansión del virus.

En Quito, se impuso el miedo y el desconcierto. (O)