En estos momentos de incertidumbre política y económica, en los cuales se pone en duda el modelo de desarrollo del Estado ecuatoriano, así como la ausencia de ideas en el debate político, sería interesante citar el ejemplo de Estonia y las políticas públicas que este pequeño país europeo empezó a aplicar hace algunos años, específicamente a partir de agosto de 1991, cuando se independizó de la Unión Soviética.

En ese entonces, Estonia era prácticamente un país pobre, sin infraestructura, con escasos recursos naturales y con un clima político hostil; ante esta coyuntura, la consigna de la generación de jóvenes políticos que asumió el liderazgo de este país de 1,3 millones de habitantes fue clara: innovar como método de supervivencia.

Con estos antecedentes, Estonia impulsó, utilizando la tecnología como bandera, un Estado moderno y eficiente, basado en la digitalización y las tecnologías de la información y comunicación. Hoy, casi 30 años después, dicho país tiene un crecimiento económico envidiable y es considerado la sociedad digital más avanzada del mundo. La historia del éxito de Estonia no se puede explicar sin el convencimiento, por parte de sus políticos, de que la transformación tecnológica o la innovación suponían, principalmente, una cuestión de voluntad política; así, este caso sirve para demostrar que, en estos procesos de transformación, el dinero o el tamaño de un país no son necesariamente factores determinantes.

Lo que realmente importó fue la apuesta temprana de Estonia de digitalizar la administración: en la actualidad el 98 % de los trámites pueden realizarse online, de forma transparente, los siete días de la semana, permitiendo además un ahorro del 2 % del PIB en costos y salarios. La estrecha colaboración público-privada permitió el desarrollo de importantes empresas a nivel mundial, como Skype, Bolt o Playtech, valoradas cada una en más de 1000 millones de dólares. El cambio también repercutió en el sistema educativo, eliminando materias anacrónicas u obsoletas, e imponiendo desde temprana edad mallas curriculares con materia como robótica, inteligencia artificial y programación.

¿Podría implementar Ecuador un proceso de modernización de la administración pública parecido al de Estonia? Durante estos meses de pandemia, hemos podido evidenciar el notorio atraso de las instituciones ecuatorianas en todo lo relativo a la atención a los usuarios.

Si bien existen instituciones que han implementado durante los últimos años plataformas conducentes a brindar un servicio ágil y eficiente, la gran mayoría sigue exigiendo la presencia física del usuario para realizar trámites básicos y sencillos que en la práctica deberían poder realizarse en línea.

A pesar de que los trámites digitales son más rápidos, más baratos y menos vulnerables a la corrupción, en Ecuador apenas el 21 % de esas diligencias se puede iniciar online, según el estudio El fin del trámite eterno: ciudadanos, burocracia y gobierno digital, del Banco Interamericano de Desarrollo. La carrera hacia una sociedad digital en Ecuador sería larga y seguramente llena de obstáculos, pero bien vale la pena hacer el intento. (O)