Recientemente en un conversatorio organizado por la Sociedad Latinoamericana de Estrategia, el consultor Eduardo Kastika, experto argentino en creatividad e innovación, señalaba la necesidad que tenemos en estos tiempos de recuperar la capacidad de mirar el futuro desde el pensamiento.

Algunas reflexiones por las cuales es necesario mirar el futuro serían las siguientes: a) para dejar de vivir el presente con la carga emocional y negativa del pasado a nuestras espaldas. Mochila muy pesada, que a veces nos define y que actúa como un piloto automático que gobierna nuestras acciones y decisiones sin darnos cuenta; b) dejar de centrar nuestra atención y energía en aquello que tratamos de evitar, sino en aquello que pretendemos que suceda. Decía José Ingenieros que “los pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los pueblos fuertes necesitan saber a dónde van”; c) darle un significado y un sentido al porvenir y así direccionar e integrar los esfuerzos y sacrificios hacia lo que queremos ser o lograr; d) definir oportunamente las acciones que debemos abordar en un entorno dinámico y cambiante, para capitalizar los retos que puedan ser una oportunidad, o minimizar sus efectos si son amenazas.

Eduardo nos dijo en su charla que el futuro se lo puede mirar de tres formas: el futuro que no es otra cosa que el pasado con ajustes, llamado también el “futuro posible”; el futuro que vamos creando según los hechos se nos van presentando y vamos haciendo sobre la marcha con nuestras decisiones y acciones, también conocido como “futuro probable”; y finalmente, el futuro que imaginamos que se conecta con nuestros sueños y aspiraciones también conocido con el nombre de “futuro deseado”.

¿Cuál es la forma más efectiva de mirar el futuro? Definitivamente si queremos que las cosas pasen, deberíamos de dejar de parchar el pasado o movernos de manera oportunista ante la coyuntura, lo que muchos ecuatorianos han venido haciendo en diversos campos.

La mejor forma de que el futuro esté en nuestras manos es mirar el futuro deseado y trabajar por él. El primer paso es soltar el lastre del pasado, de lo que no nos deja avanzar. En el caso del país sería abandonar los viejos estilos de hacer política, los liderazgos mesiánicos y populistas, las polarizaciones que no permiten avanzar, la cultura de la impunidad, la ausencia de libertad para crear riqueza, entre otros. A nivel empresarial sería abandonar el conformismo, la dependencia estatal para ser competitivos, la falta de inversión en investigación e innovación, la desconexión con los problemas sociales, entre otros. Para todos los seres humanos, soltar el lastre es vital para que haya espacio para lo nuevo y la vida sorprenda con nuevos logros y realizaciones.

Muchos afirman que el futuro es desconocido, cierto es que tratar de comprenderlo o anticiparlo es difícil. Otros afirman que el futuro es desalentador, quizás lo están mirando con los ojos del pasado. Sin embargo, no es menos cierto que el futuro que nos espera es el que estamos dispuestos a lograr, cuando estamos dispuestos a “dejar en la cancha hasta la última gota de sudor”.

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“Los pueblos en decadencia viven acordándose de donde vienen; los pueblos fuertes necesitan saber a dónde van”, José Ingenieros.