Mientras la derecha ha juntado fuerzas para enfrentar la próxima elección presidencial, la izquierda se presentará dividida entre dos facciones irreconciliables. Los nombres que inscribe para la contienda son los de Andrés Arauz y Yaku Pérez. La distancia entre ambas tendencias se remonta a la constitución de una izquierda populista articulada a la figura carismática de Rafael Correa en el 2006.
Alianza PAIS impuso una conducción desde arriba del proceso de cambio, y sustentó su presencia social y política en el fortalecimiento de la maquinaria estatal. Si bien su agenda nació de las protestas sociales y demandas ciudadanas en contra de los partidos y los programas neoliberales, una vez consolidada en el poder tomó abierta distancia de las organizaciones y movimientos sociales. Los confrontó y persiguió; se apropió de la agenda de cambio, proclamó su voluntad popular como la única legítima, y no admitió voces que la cuestionaran ni que intentaran ejercer los nuevos derechos reconocidos desde una práctica y visión política autónomas.
Uno de los actores con los cuales confrontó abiertamente la Revolución Ciudadana fue el movimiento indígena nucleado alrededor de la Conaie. Y una figura a la que persiguió, acosó, incluso la denunció como terrorista, fue Yaku Pérez. La Revolución Ciudadana llegó incluso a expulsar del Ecuador a su pareja, la académica Manuela Pick. La confrontación con el correísmo venía desde las organizaciones comunitarias del movimiento indígena, a las que Alianza PAIS intentó dividir.
La trayectoria de Pérez está ligada a la Ecuarunari y a organizaciones campesinas del Azuay. Uno de los ejes de la confrontación con Alianza PAIS fue la defensa del Estado plurinacional, incluida en la Constitución de Montecristi, pero cuestionada por Correa. El correísmo operó con la idea de una nación mestiza que folcloriza lo indígena y lo somete a la conducción intelectual y política de una clase media urbana ilustrada, muy soberbia con su condición académica.
Pues bien, estas dos tendencias entran a la escena electoral. Arauz es un académico formateado políticamente por el correísmo, sin un atisbo de autocrítica a los 10 años en el poder. Solo convencimiento y militancia. Su gran caballo de batalla será la traición de Moreno. Rebatirán una a una las críticas al correísmo trasladándolas al morenismo. Arauz entra al juego para polarizar desde una lógica populista de izquierda, en el mismo estilo de Correa. Pérez, en cambio, llega con una agenda de cambio y transformación ligada a las comunidades, a sus tradiciones y cultura, pero en una abierta disputa con la nueva dirigencia de la Conaie que cuestiona radicalmente la visión institucionalista de la política. Pérez abre un horizonte de izquierda antineoliberal, con una fuerte vocación ecologista y social. Las dos izquierdas son antineoliberales y críticas del capitalismo. Mientras Arauz aparece como el joven heredero del correísmo, parte de una élite mestiza ilustrada, Pérez es el activista conectado a bases campesinas que exhibe también una sólida formación académica. Mientras la derecha se une, la izquierda ahonda sus fracturas. (O)