¿Por qué algunos países no prosperan? ¿Qué determina el crecimiento económico estable? Para conversar sobre esta y otras reflexiones invitamos a Axel Kaiser, filósofo, escritor e intelectual chileno, a un encuentro con empresarios de Guayaquil. En su conferencia planteó una idea simple, pero potente: los cambios en las empresas, las comunidades y los países se producen primero en la mente.

Según Kaiser, el conjunto de ideas, pensamientos y creencias dan forma a nuestra mente, determinan la coexistencia en comunidad y definen nuestras posibilidades futuras de desarrollo. Las ideas que prevalecen en la discusión pública permean en nuestra opinión y se insertan en nuestro código cultural. “La prosperidad la crean las personas persiguiendo sus fines libremente”, dice. Por lo que deberíamos imbuirnos de una mentalidad de lo posible, de creer que se puede mejorar, que un cambio personal es posible sin la dependencia de terceros. Que ello implicaría devolver la dignidad a las personas de creerse valiosas por sí mismas para dirigir sus vidas, la autonomía para tomar riesgos, y a defender sus convicciones y su libertad personal. Estas ideas encauzarían a todos en una cultura del esfuerzo y excelencia. Esta mentalidad, si es colectiva, contribuiría poderosamente a reconocer que cuando un empresario crea algo que es valioso para muchos, da empleo y distribuye riqueza a todos los que forman parte de la cadena de valor. La mentalidad contraria, promovida por el populismo, le otorga el poder de nuestra voluntad a factores externos, destruye la capacidad de logro porque nos impulsa a creer que debemos tener y por ende elegir a alguien que va a solucionar nuestros problemas y nos va defender de ‘quienes tienen la culpa’ de que no estemos mejor. Y también le otorga el poder de la coacción a otros para que regulen y restrinjan el ejercicio pleno de nuestra libertad en pos de ‘ayudarnos’, lo que ha devenido en una sociedad, que no producir grandes cambios, escasamente competitiva e innovadora, ávida de recibir apoyos y/o regalos del Gobierno, y en un Estado cuyo tamaño crece a niveles insostenibles. Las posiciones que tenemos al 2020 en diversos índices globales lo comprueban: índice mundial de Innovación de la Universidad Cornell. 99/131, índice de Competitividad publicado por el Foro económico Mundial 90/140, índice de Desarrollo del Programa de ONU para el Desarrollo 86/189, índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia International 93/180, índice de libertad económica del Fraser Institute 110/162.

Una condición fundamental para escalar en los rankings y mejorar sustancialmente sería una mentalmorfosis, un cambio en la mentalidad de la sociedad hacia la promoción de la libertad para la búsqueda de la superación personal y el desarrollo de la actividad empresarial. ¿Estamos dispuestos a tomar conciencia de esta necesaria mentalmorfosis? ¿Podría ser un ‘puntapié inicial’ de dicho proceso las elecciones del 2021? ¿Podrían asumir con fuerza las élites empresariales, los intelectuales en sentido amplio y los medios de comunicación el propósito común de promover en el mediano plazo un relato en la sociedad que construya una mentalidad que nos lleve a prosperar? (O)