En los últimos 10 años, la agricultura en el país aportaba en un buen porcentaje a la producción total y anual. Tras la llegada del coronavirus, que golpeó más a la economía, luego nos llegó la estación lluviosa afectando en gran parte a los cultivos de alimentos básicos; hubo ríos desbordados, deslaves, carreteras en mal estado, etc.; fueron los meses más críticos para los productores ganaderos, camaroneros, arroceros, entre otros.

Sin embargo, los agricultores se convirtieron una vez más en la base indispensable para la seguridad alimentaria. Por otra parte, el Gobierno no planificó en forma oportuna y rápida la llegada del invierno para proteger el trabajo de los agricultores. Los riesgos están allí y con cada lluvia fuerte se repiten (inundaciones, deslaves, desbordamientos...); superarlos depende del Gobierno en comprender las pérdidas económicas y dar más ayuda condonando préstamos, como una medida. El Estado debe elevar proyectos de ley que brinden soluciones rápidas a la crisis del sector agrícola.

Estas regiones ignoradas en su valía agropecuaria, agroindustrial, camaronera, acuícola, forestal y pesquera son prodigios de una naturaleza que puede convertirse feroz en ciertos momentos de lluvias o de sequías, por el contrario. Es necesario que el Ministerio de Agricultura realice mesas técnicas con representantes campesinos para tratar las necesidades diversas y buscar la reactivación económica y familiar de estas comunidades, revisar que los precios de los productos sean justos para los productores y los consumidores. Debemos dar en nuestro país un paso responsable, preservando el medioambiente. El futuro de nuestro planeta nos obliga a respetar el medioambiente, naturaleza, para mantener un legado mejor para nuestros descendientes. Hay que cuidar el planeta para no tener estos efectos climáticos. (O)

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Robespierre Rivas Ronquillo, periodista, Guayaquil