Hoy 18 de febrero se cumplen 14 años desde que fui abusivamente intervenido quirúrgicamente en un hospital público de la ciudad de Guayaquil. Quien dirigía el maltrato médico el director de urología, quien conocía que soy psicólogo clínico. Me embaucó con mucha mala fe en un provecto hábilmente planificado de tomarme una cistoscopia en quirófano, que terminó en ser anestesiado cinco veces y haber sido llevado a quirófano cuatro veces.

En el primer ingreso a quirófano me pusieron anestesia raquídea, en pocos minutos no sentía las piernas y de la nada vi que una turba de alumnos ingresaba al quirófano. A gritos reclamé que los saquen y para que parara me anestesiaron por segunda vez. Cuando desperté vi sangre, tanto en la bata que vestía como en el piso. Me habían perforado la vejiga; el director de urología me llamó la atención porque no había “cooperado” con el procedimiento.

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Siendo paciente ambulatorio me enviaron a una habitación en la cual, casi en estado de locura, me paseaba eliminando sangre por una hemorragia externa e interna. Un globo vesical me producía fuertes dolores y después de seis horas le pedí a mi hijo que me lleve a quirófano, en donde un médico mal encarado contestó que no había quirófano desocupado. Le pedí que me envié a otro hospital y me contestó que no podía, indicando que lo que me podía hacer era una talla vesical, lo cual acepté. Ingresé a quirófano por segunda vez y por tercera vez me anestesiaron, cuando desperté pude darme cuenta de que tenía una herida en el abdomen y dos enfermeras insistían en instalar dos sondas. Más parece que estos doctores operaban con arma blanca y se dio una segunda hemorragia externa. Mi desesperación por el dolor que me causaba un globo vesical a gritos pedía atención y un doctor se acercó a la habitación y trajo consigo una jeringuilla con la cual extrajo orina con sangre. El médico expresó que el procedimiento era doloroso y me llevaría a quirófano, al cual ingresé por tercera vez y me anestesiaron por cuarta vez. Por un corto periodo desapareció el dolor y pude dormir un rato. Desde la mañana del 19 hasta la medianoche grité con desesperación pidiendo terapia para el dolor y nunca fui atendido hasta que me dieron el pase a una clínica, ingresando a quirófano por cuarta vez y me anestesiaron por quinta vez, solamente después de esto encontré el ansiado alivio.

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Considerando que era una mala práctica médica presenté una denuncia, se instauró un juicio y a los 12 años se dictó sentencia favorable, el IESS impugnó y el juicio fue a casación en Quito y dos años después no dictan una sentencia definitiva.

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Junto a mi abogado resolvimos enviar el juicio a la Corte Internacional de los Derechos Humanos y esperar a que a la buena de Dios se resuelva definitivamente a nuestro favor. Los médicos se olvidaron del juramento de Hipócrates y de las recomendaciones del dios de la medicina griega Esculapio, cuyos principios promulga cuidar, curar y respetar al paciente.

Como desde hace 14 años me funcionaba irregularmente la vejiga hace ocho años me operaron de una talla vesical, ingresando a mi organismo un cuerpo extraño, que es una sonda con balón, por medio de la cual mi cuerpo elimina orina, y permanece constantemente en mí, provocándome periódicas infecciones y una de ellas fue una infección generalizada que me tuvo en UCI en donde, para eliminar la infección, utilizaron exageradamente antibióticos que me dejaron sordo. En 2020 el COVID me paralizó las piernas, en 2021 me diagnosticaron cáncer en el estómago, el cual está siendo tratado en Solca y para mi mala suerte, como profesor jubilado que soy de la Universidad de Guayaquil, no me pagan seis años de jubilación complementaria. (O)

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Vicente de Jesús Cruz Ordóñez, Guayaquil