Estoy casi segura de que tanto a mí como a gran parte de la humanidad nos disgustan sobremanera las monarquías y reinados tanto reales como ficticios. En este siglo y con el avance de la civilización estas diferencias y títulos deberían desaparecer en el mundo entero, considerando que ante Dios y ante los hombres todos los seres humanos somos iguales.

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Los reinados de belleza lo único que hacen es resaltar las cualidades físicas de las personas, obligándoles prácticamente a acudir al cirujano plástico, ortodoncista, peluquero y demás “hacedores” de la belleza, subestimando al resto de participantes y haciéndolas sentir inferiores.

Muchas veces, estos títulos y coronas son otorgados injustamente por simple palanqueo, posición económica o social, compadrazgos, compromisos políticos, etc., sin siquiera tomar en cuenta otras importantes cualidades, como la inteligencia, el desenvolvimiento, los estudios realizados, la solvencia moral, el comportamiento y compromiso social, el amor al suelo patrio, el carisma y muchos otros factores que intervienen en la formación del ser humano y lo complementan.

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Cuánto diera el mundo porque estos eventos enfocados en la belleza física desaparezcan completamente de la faz de la tierra para lograr un mundo más equitativo, generoso y humano, solo así podríamos utilizar la palabra igualdad con todas sus letras. (O)

Fabiola Carrera Alemán, Quito