En un mundo cada vez más digitalizado y globalizado, la modernización de nuestros sistemas electorales es una necesidad imperante. En Ecuador, la firma de convenios de colaboración entre el Consejo Nacional Electoral (CNE) y las universidades y escuelas politécnicas se vuelve cada vez más urgente. Estos acuerdos no solo deben buscar la integración de nuevas tecnologías en los procesos electorales, sino también fomentar la educación cívica y la participación activa de todos los sectores de la sociedad, especialmente los jóvenes.

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La incorporación de tecnologías avanzadas, como las urnas electrónicas y los sistemas de votación en línea, puede mejorar la transparencia y la eficiencia de las elecciones. Países como Brasil y Estonia ya han adoptado sistemas de votación electrónica con resultados positivos, mejorando la eficiencia y reduciendo el margen de error y fraude. Sin embargo, la tecnología por sí sola no es suficiente. Es crucial que estas iniciativas vayan acompañadas de programas de educación cívica que enseñen a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, sobre la importancia de su participación en el proceso democrático. La colaboración interinstitucional es esencial para lograr la creación de una cultura democrática robusta, garantizando que todos los sectores de la sociedad estén informados y comprometidos con la construcción de un futuro más tecnológico y democrático.

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Mediante convenios de colaboración interinstitucionales podremos avanzar rápidamente en tecnología, en educación cívica, democrática y en la participación juvenil. En este sentido, desarrollar convenios de colaboración enfatizando la importancia de educar a los jóvenes sobre la democracia y motivarlos a participar activamente se vuelve imperativo y necesario de implementarse. Nos preguntamos por qué el CNE no avanza en temas como este. Tenemos la experiencia de países nórdicos, como Finlandia, donde la educación cívica es una parte integral del currículum escolar, lo que demuestra que una ciudadanía informada y comprometida fortalece la democracia. Seguro que con la implementación eficiente de estos convenios lograríamos que nuestros jóvenes no solo sean votantes, sino ciudadanos conscientes y activos.

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Ser ciudadano activo implica más que emitir un voto; significa estar involucrado en la comunidad, comprender y debatir los temas políticos, participar en organizaciones civiles y estar dispuesto a tomar medidas para mejorar la sociedad. Un ciudadano activo se informa sobre las decisiones políticas, asiste a reuniones comunitarias, y puede incluso organizar o unirse a movimientos que buscan cambios positivos. En resumen, un ciudadano activo se ve a sí mismo como un agente de cambio, contribuyendo constantemente al bienestar de su comunidad y país. Este nivel de compromiso y responsabilidad es fundamental para el fortalecimiento de una democracia dinámica y participativa. (O)

Raúl Ernesto Santamaría Salazar, abogado, Guayaquil