¿Cuándo será el día en que el poder legislativo, en vez de afanarse en descuartizar la justicia con el único propósito de implantar la impunidad en favor de los bribones, se esmere en establecer las leyes pertinentes con el fin de impedir que los alcaldes, prefectos, ministros y presidentes se lleven el dinero de los ecuatorianos? Estos desfalcos, por lo que suceden con tanta regularidad, como que el tiempo los va legitimando, por lo que nuestros legisladores no hacen nada para impedirlo.
¿Cuándo será el día en que se regularice la industria de bienes raíces, la compraventa de propiedades, obligando al comprador a justificar la procedencia del dinero, esto con el fin de evitar el lavado de activos?
¿Cuándo será el día que se decida expropiar ipso facto las propiedades que se utilicen para fabricar, esconder o almacenar drogas, a fin de enviar un claro y fuerte mensaje de “cero tolerancia” a los traficantes de la miseria humana?
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¿Cuándo será el día en que los llamados “ambientalistas” dejen de mirar solo lo que el Gobierno hace mientras que la minería ilegal no solo destruye la naturaleza, sino que se roba las pertenencias de todos los ecuatorianos, y estos, dizque guardianes, nada dicen o hacen por denunciar a los culpables?
¿Cuándo será el día en que el Gobierno deje de pagar deuda con deuda, en vez de arremeter con fuerza e inamovible decisión a la explotación de las riquezas naturales que tiene Ecuador?
¿Cuándo será el día en que ese grupo que ha establecido su madriguera en la Asamblea Nacional desarrolle algo de respeto por sí mismos, algo de amor propio, y no sigan embarrando su poca o mucha inteligencia aupando a individuos que han sido, con toda la legalidad, castigados por corruptos? Las consecuencias de sus desmanes las están pagando los inocentes.
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¿Cuándo será el día en que las organizaciones sociales y laborales dejen de caminar con la boca abierta y los ojos cerrados? La boca abierta solo para decir “quiero, quiero” y los ojos cerrados para no ver el tsunami de descomposición social y la rampante corrupción que acogota a los ecuatorianos.
En el mundo de los roedores, es normal que las ratas, aunque estén en el cuarto de un hotel cinco estrellas, en el pantano, en la arena o en la roca, siempre se morderán entre sí, es su naturaleza. Lo risible es que unas chillan y otras lloriquean, pero solo cuando las están fumigando se esmeran en hacer payasadas. (O)
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Lucho Moncayo Figueroa, Santa Ana, California, Estados Unidos