Por donde se mire, pobre, mediano, rico, con cargo público o privado, político y de cualquier rama, profesión, etc., hay muchos casos de personas que viven para estafar, mentir, robar, perjudicar económicamente al prójimo; no pagan lo que deben, no devuelven lo que piden prestado, no cumplen la palabra ofrecida; hacen daño voluntario o involuntario, pero no se responsabilizan, se esconden, dicen que son inocentes; piden al mejor familiar o al mejor amigo les den una recomendación, una garantía, una carta firmada de respaldo y le quedan mal, quien paga los platos rotos es el familiar o el amigo que confió en esa persona deshonesta.

Familias, no perdamos los valores. (O)

Eulogio Montiel R., Quito