Durante los últimos dos periodos democráticos en Ecuador cabe preguntarse: ¿qué avances ha experimentado la democracia y en qué medida son responsables el CNE y sus vocales de estos progresos?; ¿se han implementado realmente nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, la biometría electoral, urnas electrónicas, voto electrónico, o se ha fortalecido el control sobre campañas y precampañas en redes sociales? A pesar de que no se observan avances significativos en estos aspectos, la democracia ecuatoriana se enfrenta ahora a un nuevo reto: 17 candidatos presidenciales en las próximas elecciones. Este elevado e inusual número de aspirantes no es nuevo en Ecuador, donde la proliferación de partidos y movimientos políticos ha sido constante, especialmente en un contexto de crisis democrática que parece no encontrar solución.

¿Por qué los ecuatorianos hemos perdido la confianza?

En términos generales, la existencia de numerosos partidos políticos puede interpretarse tanto como un indicio de pluralismo como de debilidad institucional. Por un lado, un elevado número de candidatos puede reflejar una amplia variedad de opciones para los votantes, lo que teóricamente fortalece la representación democrática al ofrecer más alternativas. Sin embargo, también puede ser un signo de fragmentación y falta de cohesión, lo que dificulta la formación de consensos y la gobernabilidad efectiva. En nuestro contexto no se puede descartar que esta situación sea percibida como una estrategia deliberada para dividir a la masa electoral, con el objetivo de fortalecer a una organización política específica. Estratégicamente, esta táctica podría interpretarse como la aplicación de la máxima atribuida al emperador romano Julio César, Divide et impera (divide y vencerás), utilizada para restar votos a una competencia política que no está tan consolidada ni estructuralmente fuerte, complicando así su capacidad para atraer a la masa de votantes indecisos, quienes siempre resultan ser un factor determinante en cada elección.

Panorama electoral

No se puede ignorar que, en este contexto, donde la confianza en las instituciones y en los líderes políticos ha sido erosionada, la fragmentación podría exacerbar aún más las tensiones y generar inestabilidad. La dificultad para consolidar el poder en manos de un solo grupo o coalición podría llevar a crisis de gobernanza, donde las políticas públicas sean inconsistentes o, peor aún, dictadas por intereses particulares en lugar del bien común. Esta fragmentación, lejos de fortalecer la democracia, podría profundizar la crisis al impedir la formación de un gobierno sólido y efectivo, capaz de enfrentar los desafíos que aquejan al país.

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La miel pura del poder

Definitivamente, el fenómeno de tener 17 candidatos presidenciales inscritos para las elecciones del 2025, no es un hecho aislado, sino que es el resultado visible de la crisis de la democracia en Ecuador, la cual está profundamente asociada con la falta de reformas estructurales, la corrupción endémica, y la polarización extrema. Estos problemas están arraigados en un sistema político que, sin cambios significativos, seguirá produciendo más fragmentación y menos estabilidad. (O)

Raúl Ernesto Santamaría Salazar, magíster en Telecomunicaciones y abogado, Guayaquil

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