El vuelo a las estrellas de Blue Origin NS-31, manejado por Blue Origin Enterprises, la compañía liderada por Jeff Bezos, uno de los hombres que acapara la mayoría de la riqueza de todo el mundo con un patrimonio de casi 200 billones de dólares, duró apenas 11 minutos. En una ironía visual que no puedo evitar apreciar (o despreciar), una aeronave construida de forma particularmente fálica, atraviesa el llamado “techo de cristal” galáctico, con la novia de Bezos, Lauren Sánchez, la periodista Gayle King y la cantante Katy Perry como parte de la tripulación.
Critican a Katy Perry y la tripulación de mujeres que fueron al espacio con Blue Origin
Hubo mucho esfuerzo para convertir a esta “misión” en algo importante y feminista. Una orquestada campaña de relaciones públicas antes y después del despegue, que incluyó portadas en revistas como Elle Magazine y sesiones de fotos en las cuentas de Instagram de las involucradas, no nos quita el mal sabor que las verdaderas mujeres en STEM están siendo eliminadas. La misión de Blue Origin fue un desperdicio de tiempo, dinero y propósito. Esta no fue una misión liderada por mujeres para recoger datos importantes o desarrollar alguna investigación que ilumine el mejor camino de la raza humana. Tampoco fue una oportunidad para demostrar el trabajo de las mujeres que sí trabajan como astronautas, investigadoras y matemáticas, cuyos logros han sido históricamente atribuidos a hombres, hechos a un lado o borrados de los textos que leen nuestros niños y niñas.
Las primeras veces que las mujeres tienen cabida para ocupar un cargo público, o aportar a la sociedad, deben ser vistas como un honor, y me parece, como increíblemente importantes de visualizar para las generaciones venideras, pero parece que ya aprendimos la diferencia entre algo conceptualizado para ese 1 % de nuestro planeta, y para el resto de nosotros, sus habitantes. Es triste ver como algo con lo que nuestros abuelos, padres y tíos soñaban como algo completamente mágico, sí esté pasando, pero haya sido acaparado por los ultramillonarios y se transformó en un circo privatizado.
Publicidad
Tanto Jeff Bezos como Elon Musk hablan de la importancia de llevar a la humanidad al espacio y de gastar trillones de dólares en estos pequeños viajes mientras aportan de forma activa a la vida en nuestro planeta que aún habitamos vaya siendo algo insostenible. Me recuerdan a Lex Luthor y sus esfuerzos hipercapitalistas para vencer a Superman. Pero no estamos en un cómic, y la magia de la capacidad humana para el asombro y la construcción de cosas mejores en comunidad, parece no ser suficiente ante estos proyectos. Parece que todo se puede colonizar en esta línea del tiempo.
Honestamente, a mi yo de 10 años atrás le hubiese encantado ver a Katy Perry en el espacio y hubiese deseado que esté cantando E.T., uno de sus sencillos con alegoría alienígena en esa nave. Esta interseccionalidad entre celebridad y cultura con astronomía debería emocionarme; es mi campo de interés perfecto. Pero en 2025, este proyecto con energía girlboss, solamente causó en mí una ligera irritación. ¿Es esto todo lo que la humanidad puede hacer? ¿Todos los recursos que contiene este planeta milagroso se reducen a esto? Esta misión se siente como un recordatorio que cuando las cosas se pongan realmente imposibles de sobrevivir en el planeta frente al cambio climático, son aquellos con la habilidad de comprar su tique a las estrellas, quienes van a algún planeta mucho más allá de lo que podamos comprender. (O)
Nicole Foss Ayala, comunicadora social, Guayaquil