Quisiera compartir mi opinión respecto a los acontecimientos que se vinieron dando antes de ser emitido el Decreto Ejecutivo 110 (publicado el 8 de enero) y el Decreto 111, (el 9 de enero), en los cuales se declaró el estado de excepción en todo el territorio nacional y el conflicto armado interno por el presidente Daniel Noboa Azín para poder contrarrestar el terrorismo, inseguridad y delincuencia ocasionadas por las bandas organizadas.

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Considero que todo esto es consecuencia de aproximadamente dos décadas en las que los canales de televisión nacional transmitían cada serie o programa de narcos sin darse cuenta o poder medir la repercusión que iban a tener sobre nuestros niños, adolescentes y jóvenes de esa época, quienes consideraban normal ver este tipo de programas. Tal vez quienes estuvieran al cuidado de estos menores no disponían del tiempo necesario para controlarlos en sus hogares o les parecía que era mejor que pasen el tiempo en casa “seguros” viendo la televisión, sin saber el tipo de programas que veían y sus repercusiones en sus vidas en el transcurso de los años, donde pudieron asimilar estos mensajes negativos contra la sociedad. Es decir que estos programas fueron donde aprendieron inconscientemente cómo organizarse para delinquir.

Con las series y novelas de narcotraficantes como Pablo Escobar que se retransmitían en los diferentes medios televisivos de Ecuador que venían de los países como Colombia y México que son (o fueron) convulsionados por olas delincuenciales, secuestros, extorsiones, asesinatos, bombas, narcotráfico y terrorismo. Las células de estas organizaciones narco delictivas que aún existen dejaron estigmatizados a estas naciones por su excesivo grado de violencia.

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¿Por qué pensaron estos jóvenes que desenvolverse o estar involucrados en el mundo del hampa, que es un conjunto de maleantes, especialmente de las bandas organizadas y con normas de conducta particulares apartadas de las leyes o normas que rigen un Estado, era una buena idea? Sencillo, porque pudieron ver cómo los protagonistas de estas series siendo jóvenes de origen humilde, sin estudios, de familias pobres, acumularon fortunas de dinero, poder, mujeres, estatus y liderazgo dedicándose en lo expuesto en líneas anteriores detalladas y para poder consolidarse como líderes de estos grupos delictivos.

La decisión de estos jóvenes para ir por el mal rumbo está también marcada por la gran brecha de desigualdad que existe en nuestra sociedad y país, por ejemplo, no poder acceder y culminar una carrera universitaria, o no conseguir un empleo donde se les reconozcan los beneficios de ley. Además que la gran mayoría de los padres de familia poseen trabajos informales, si lo poseen no pueden darles la oportunidad de una educación digna a sus hijos, en algunos casos incluso estos padres deben enviarlos a trabajar para que contribuyan a la manutención del hogar; porque lo que ellos ganan como trabajadores informales o trabajos eventuales solo les alcanza para cubrir las necesidades básicas de la casa. En caso de que no les alcance para esos gastos terminan haciendo instalaciones clandestinas de energía eléctrica y de agua potable para poder darle un “bienestar” a su familia en casa, además que algunos viven en casas familiares porque no pueden pagar un arriendo, servicios básicos, alimentación, estudios y transportación de sus hijos para que asistan a los centros de estudios; incluso ahora con la educación virtual todo se complica, ya que los estudiantes deben tener un dispositivo electrónico para poder conectarse con los docentes para que se les imparta la materia y puedan cumplir con sus tareas. Todo esto hace que los niños, adolescentes y jóvenes abandonen sus estudios por sus condiciones económicas y no tener las herramientas indispensables para un estudiante.

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En el futuro a estos niños y jóvenes esta vida los conduzca a una vida desenfrenada y de lujos por un corto periodo en sus vidas, ya que en un promedio de edad de 20 a 32 años son asesinados por la envidia de los miembros o seguidores de la misma banda o una rival porque ellos también desean captar ese estatus de poder. (O)

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Sabel Roberto Fabara Eugenio, biólogo, Guayaquil