El poema Si… siempre me inspiró. Nos lo leían casi todos los días en mi casa y en mi colegio. Tiene una verdad y una realidad que conmueve. Fue escrito por Rudyard Kipling. Es un poco largo, pero vale la pena leerlo y analizarlo. Kipling lo escribió con el objetivo de aconsejar a su hijo. El poema empieza de la siguiente forma: “Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden y te culpan a ti. Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti, pero también toleras que tengan dudas. Si puedes esperar y no cansarte de la espera; o si, siendo engañado, no respondes con engaños, o si, siendo odiado, no incurres en el odio. Y aun así no te las das de bueno ni de sabio”.

El éxito y la felicidad se construyen

Kipling continuaba diciendo que, si la persona puede soñar sin que lo domine el sueño y pensar sin ser esclavo de su propia mente; o si la persona habla con la gente y puede conservar su virtud; si está entre gente poderosa (como reyes o políticos) y no pierde su integridad; si todos confían en esta y nunca son defraudados; si la persona vive su vida como si fuera el último día de esta, haciendo que cada minuto valga la pena; si la persona cumple con todo lo mencionado, el mundo y todos sus tesoros serán suyos, porque a pesar de los obstáculos esta decide ser un gran ser humano.

La verdad está en el equilibrio

Este hermoso poema debería ser leído por los padres y un domingo de tertulia analizarlo y disfrutarlo, porque aquí está el meollo de lo que debe ser un buen hijo. No creo en el hijo perfecto ni del todo sobresaliente; con que sea bueno, crea en Dios, le guste estudiar, que evite los vicios y adicciones, que le guste el trabajo y el deporte, que con su conducta se haga respetar de los demás y que haga del amor y del servicio a los demás su mayor don, creo que cualquier padre iría feliz a disfrutar de su vida. (O)

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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro