Este no es un tema novedoso sobre el cual no se haya tratado, pero muchas veces los abogados olvidamos que nuestro rol va más allá de brindar a los clientes asesoramiento legal con nuestros conocimientos y experiencia, a partir de la confianza que se nos deposita. Esto no es algo menor, pues la confianza es el pilar fundamental de la relación cliente–abogado.

Debemos tener siempre presente que el ejercicio de la abogacía desde sus primeros orígenes en Grecia y Roma consistía en un “llamado para auxiliar”, y ahí radica nuestra razón de servir: auxiliar a otros en sus problemas legales. Los clientes acuden a nosotros como sus ‘salvadores’ y nos trasladan su cruz con la intención de aligerar su carga, poniendo en nuestras manos muchas veces sus patrimonios e inclusive su libertad. Esto no se nos enseña en las facultes de Derecho, lo cual es extremadamente necesario, pues lidiar con los problemas y las angustia de los clientes no es nada fácil, se requiere de habilidades sociales y gran agudeza para proponer soluciones integrales eficaces, que muchas veces nos vemos obligados a desarrollar empíricamente a través de la construcción de las relaciones profesionales que cimentamos. A muchos colegas esta parte de la profesión donde la angustia, el desconocimiento del sistema legal del cliente, las llamadas fuera de horarios de trabajo, el requerimiento de reuniones continuas, etc., les disgusta diciendo “no soy psicólogo”. Si bien es cierto que no somos psicólogos y no debemos asumir los problemas ajenos como nuestros, no es menos cierto que nuestra profesión se desenvuelve dentro del mundo de las emociones, porque somos humanos y resolvemos conflictos de personas a quienes un determinado problema dentro del entorno legal se les ha ido de las manos, lo que necesariamente implica que seamos empáticos, pacientes y tolerantes con personas que nos idealizan en ciertos casos, como ‘ángeles protectores’, ante la existencia de problemas y angustias tan grandes para ellos, que les impide desarrollar su vida familiar y profesional con normalidad. No olvidar esto, colegas, ya que entender lo narrado marcará la diferencia entre un servicio de calidad más humano y menos indiferente hacia el cliente. (O)

Jorge Luis Sánchez Cobo, abogado, avenida Samborondón