Hoy se define el futuro de nuestro país. No se trata de una elección más. Vivimos en crisis económica, social, política, cultural, educativa y, fundamentalmente, ética.

Nuestros votos decidirán quiénes asumirán la Presidencia y la Vicepresidencia de la República y quiénes integrarán la Asamblea Nacional.

Es necesario que tengamos claro que en ambas funciones, la Ejecutiva y la Legislativa, hará falta que lo que decida su accionar sea, exclusivamente, lo que permitirá realizar los cambios que el país requiere. Para eso será necesario que se logren acuerdos en algunos aspectos, lo que no debería ser muy difícil si lo que los candidatos plantearon durante la campaña tiene un mismo fin: el desarrollo del país y las oportunidades y bienestar de sus habitantes.

Pero no un acuerdo a puertas cerradas y con toma y daca, sino una negociación abierta, sin amarres debajo de la mesa, que permita que quienes representan a las dos funciones puedan salir juntos a comunicar a la ciudadanía que trabajarán en algunos proyectos indispensables para vivir en una patria justa, solidaria, segura, pacífica y respetuosa de la dignidad de todos sus habitantes. Así, el compromiso quedaría sellado y tendría seguimiento público.

Es un sueño, ciertamente, pero si todos han sido sinceros en sus declaraciones de amor patrio, ¿por qué no?

Es verdad que en nuestro país, al conocer un llamado acuerdo, siempre se lo ha visto como negativo, pero eso no es gratuito, se debe a las muchas veces que se realizaron a espaldas de la ciudadanía y siempre a cambio de algo que todos conocemos, no se trataba de lo bueno para el país sino para los grupos, los llamados movimientos políticos, los partidos, si los hay, o algunos individuos.

Esta reflexión es oportuna. Antes de depositar el voto, preguntémonos quiénes son los que estarían de acuerdo en los aspectos decisivos para el cambio que necesitamos.

Ustedes, amigos lectores, se estarán preguntando por qué se puede considerar necesario un acuerdo. La razón es sencilla, porque tal como están hoy definidas las atribuciones y deberes, una de las funciones puede deshacer lo que resuelve la otra y así, será muy difícil gobernar. Por esto, es importante fijarnos no solo en los candidatos a la Presidencia de la República (16 en estos comicios), sino también en quienes aspiran a ser miembros de la Asamblea Nacional (el número de legisladores sube de 137 a 151 para este periodo por el crecimiento poblacional).

Para entenderlo mejor, puede suceder que en la Función Ejecutiva se considere que para cumplir lo programado se necesite expedir una ley y que la Asamblea se acoja a su atribución de expedir, codificar, reformar o derogar las leyes y la archive, o que el Ejecutivo, cumpliendo lo dispuesto por la Constitución, envíe a la Asamblea el Presupuesto General del Estado y que la Asamblea no lo apruebe. También puede suceder lo contrario, que en la Asamblea se proponga, discuta y apruebe un proyecto de ley y el presidente lo vete.

Pero lograr un acuerdo serio requiere respeto mutuo, preparación, capacidad de diálogo, hablar, pero también escuchar, entendimiento, serenidad y lucidez. ¿Ya pudo encontrar sus candidatos? (O)