Por Inés Zavala Alarcón *

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El COVID es la emergencia de salud más grave que ha sufrido la humanidad en los últimos 100 años; ha generado un impacto sin precedentes en lo económico y en el comportamiento social, que requerirá años para recuperarse. La OMS declaró oficialmente la presente pandemia el 11 de marzo de 2020. Era poco lo que se conocía acerca de la enfermedad causada por el coronavirus que se la llamó COVID-19. Al año, la pandemia sigue causando una disrupción severa de la vida diaria, enfermedad y muerte, registrando 124,3 millones de infectados en el mundo, cifra que revela que el control del virus es difícil, la transmisión ocurre rápidamente antes de que aparezcan los síntomas de la enfermedad, diseminándose fácilmente y en forma multiplicadora; las pruebas de detección del virus tienen poca sensibilidad y especificidad.

Inicialmente la enfermedad por COVID-19 fue identificada por inflamación de los pulmones, o neumonía, predominante en personas mayores. Luego, el coronavirus puede afectar a cualquier edad, incluso al recién nacido, pueden ser asintomáticos o presentar síntomas leves o un cuadro grave, afectar múltiples órganos a consecuencia de un proceso inflamatorio y causar la muerte.

El tratamiento tiene el objetivo de combatir dos problemas: la habilidad del coronavirus de diseminarse a través del cuerpo y el daño causado por la respuesta del sistema inmune del organismo. Cuando el virus entra en el organismo, se apodera de las células y las usa para replicarse y multiplicarse, el cuerpo responde enviando señales inflamatorias al sistema inmune para que pelee contra el virus. En algunos pacientes esta respuesta inflamatoria continúa incluso después de que el virus esté bajo control, dañando pulmones y otros órganos del organismo.

Son varios fármacos utilizados en el tratamiento para combatir la infección por COVID 19: anticuerpos monoclonales, antinflamatorios (esteroides), remdesivir (antiviral).

Por primera vez los científicos han trabajado en vacunas genéticas, basadas en RNA Y DNA, contra el COVID-19. Estas ofrecen ventajas en relación con las vacunas tradicionales, ya que usan solo un código genético del virus en lugar del virus entero. Las vacunas tradicionales demoran meses, incluso años en desarrollarlas, a diferencia de cuando usan código genético del virus. Estas vacunas no solo producen una respuesta inmune efectiva estimulando producción de anticuerpos que bloquean la infección, sino también respuesta de las células T que eliminan la infección si esta ocurre. Esto hace que las vacunas genéticas respondan hábilmente a las mutaciones del virus e incluso se ha encontrado que tienen la capacidad de eliminar infecciones crónicas o células cancerosas.

La humanidad todavía enfrenta “las variantes del virus y rebrotes del virus”. Aunque todavía no hay un tratamiento específico, las investigaciones científicas han encontrado tratamientos que han ayudado a la supervivencia de los pacientes. La ciencia sigue trabajando en pruebas de detección temprana de mayor sensibilidad y especificidad, fármacos antivirales específicos, vacunas genéticas y nuevas formas para controlar y combatir la pandemia de COVID-19. (O)


* Pediatra –Especialista en Cuidados Intensivos Pediátricos