Hace mucho no sentía tanto interés en la audiencia ecuatoriana por escuchar la transmisión en vivo, o al menos consumir los resúmenes, de un hecho noticioso judicial, como este jueves ocurrió con la comparecencia de la “colaboradora eficaz” de la Fiscalía General del Estado en los casos Metástasis y Purga.

La agenda que habría entregado Carolina Jaume a Mayra Salazar puede ser pieza clave en el caso Metástasis, como en el caso Sobornos lo fueron los apuntes de una exasesora de Rafael Correa

Salvando las distancias, para muchos era como la transmisión de un importante partido de fútbol; la posesión y discurso de un nuevo presidente; o quizás la presentación de algún artista con sobra de popularidad. Y a cada nombre o dato nuevo que surgía, provocaba murmullo y sorpresa.

La conexión con la Corte en Quito se encontraba fácil en oficinas, consultorios y hasta taxis. Invadió infinidad de smartphones y sus resúmenes al instante, a ratos con tintes de escándalo, invadieron también las redes sociales, donde muchos las ofician de jueces y fiscales sin título.

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Más allá del contenido que surgió de esas declaraciones, me queda claro que en el país hay inmensas ansias de verdad. Ansias de destapar la olla de grillos. Ansias de que salgan a la luz quienes están detrás de muchas de las cosas malas que pasan y logran imponer una impunidad con la que la sociedad ecuatoriana ya se está acostumbrando a convivir porque, como dicen en el barrio, “es lo que hay”.

El interés por los testimonios, y sobre todo el de ella, la “colaboradora eficaz”, que dice haber estado en momentos cruciales de la corrupción judicial, junta y revuelta con los personajes oscuros que la llevaban a cabo, movió la intención de querer escuchar de su boca lo que muchos ya sabían, pero necesitaban la fuente directa que lo confirme y lo destape. Como cuando salimos abruptamente de un encierro, al sol más resplandeciente. Al escucharla, con esfuerzos de sinceridad, parecería poseer el don de la ubicuidad, versión corrupta, y ahora también la intención de empezar a redimir sus pecados, paradójicamente justo en Jueves Santo. Todo lo cual, para que sea tan confiable como parecería la cercanía de la fuente con los hechos, debe ser contrastado y verificado y validado a fondo.

Más allá del contenido que surgió de esas declaraciones, me queda claro que en el país hay inmensas ansias de verdad.

Hace tiempo que no veía reinar con tanta fuerza a las verdades dichas sobre los hechos, como el reciente jueves. Desde las sabatinas del correato y su voz en off que, luego de vilipendiar a quien sea que se atravesaba en su camino, decía: “¿cuál es la verdad?”, hacía un breve relato de su versión oficial para enseguida sentenciar con otra frase: “esta es la verdad”. Punto. Así de suficiente, sin espacio para la discusión. Y se encendía su gigantesca y represiva maquinaria de difusión se encargaba de imponer tal versión.

Existe otra paradoja: son justamente quienes por más de una década en el correato impusieron verdades dichas, quienes ahora reclaman que se respalde con hechos lo dicho por la “colaboradora eficaz” y otros testigos estrella de la Fiscalía en Metástasis y Purga. Porque ahora, y por lo visto no antes, “se puede decir cualquier cosa”.

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Ya el país está en edad de merecer mejores días frente a la información que recibe y exigir que en cualquier escenario, los de antes y los de ahora, se la respalde en evidencias confiables. Ojalá el que vivimos sea por fin el tan anhelado “baño de verdad”. (O)