Con gran promoción internacional, muy poca en Ecuador, se clausuró en Cali, Colombia, la llamada COP16 de biodiversidad, esperada reunión patrocinada por la ONU, realizada desde el 21 de octubre al 1 de noviembre, congregó a 115 ministros, cientos de científicos y delegaciones de 196 países que debatieron temas de gran trascendencia para Ecuador, calificado como el país más biodiverso por kilómetro cuadrado del planeta, porque es la morada de múltiples especies de la flora y fauna en su pequeña superficie, fue una oportunidad inmejorable para resaltar las virtualidades ecuatorianas y participar activamente en los tópicos centrales del encuentro, como fueron la creación de fondos para el sostenimiento de su rica naturaleza y pago por el uso digitalizado del orden o secuenciación de las moléculas celulares que transmiten información genética comercializable.

El balance de resultados no es muy halagüeño, tanto que culminó sin agotar la agenda y clausurada por falta de quorum, muchos delegados salieron de prisa para arribar a tiempo a sus países; sin duda para el anfitrión fue favorable, tuvo la presencia de 23.000 delegados y, por vez primera, una nutrida representación de la sociedad civil, destacándose el comportamiento activo de líderes comunitarios, indígenas y afroamericanos, que hicieron notorios aportes, recibiendo el reconocimiento de la asamblea por su labor conservacionista. Se vivieron, en cambio, momentos desagradables cuando desde la Secretaría se informó que solo 44 países (sin incluir Ecuador) de 196 enviaron dentro del plazo el avance de planes de conservación, compromiso asumido en reuniones anteriores.

Se expresó con vergüenza que muchas naciones asistentes no han concluido la ratificación del protocolo de Nagoya, Japón, del año 2010, entre estas Colombia, organizadora del evento, que no los ha culminado por obstáculos políticos internos. Es precisamente de ese convenio que se derivan obligaciones como la generación de recursos para sostener la biodiversidad, esta vez concretados cuando se resolvió la creación de un fondo mundial para establecer pagos por el uso de secuencias genéticas digitalizadas, denominado “Fondo de Cali”, que también garantizará el reparto de los beneficios obtenidos por la biodiversidad.

Se aprobó un proyecto que incluye pagos de farmacéuticas, agroindustrias y corporaciones biotecnológicas por el uso de recursos fitogenéticos nacionales, que según expertos podría sumar hasta $ 1.000 millones al año para la conservación y restauración de la biodiversidad. “Sin la naturaleza, no hay medicinas que salven vidas. Pero es justo que quienes utilizan o dependen de los recursos biológicos contribuyan a su conservación (…) Los compromisos adquiridos en Cali serán tan sólidos como la aplicación que hagan los países cuando abandonen este foro”, dijo Martin Harper, director general de Birdlife International, tras la aprobación del fondo.

La delegación ecuatoriana que asistió a la cumbre debe informar con detalles las resoluciones que competen a todo el pueblo ecuatoriano, casi siempre ajeno a estos pactos de vital trascendencia en que se juega su destino. (O)