Caminando estos días por las calles de Guayaquil, sentí una suerte de música que se confundía con los ruidos usuales de la ciudad. Prestando más atención, fui distinguiendo que esa música de fondo era el sonido del portugués. Ese idioma que nos gustaba imitar cuando éramos chicos después de ver los pocos partidos de fútbol que se transmitían en los canales locales.

Para los ecuatorianos amantes del fútbol, el portugués es la lengua de Zico, Sócrates, Romario, Bebeto, Garrincha y, por supuesto, del Rey Pelé.

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Por eso ofrezco disculpas si me emociona mucho encontrarme con rostros de turistas brasileños ilusionados, que han llegado a alentar a sus equipos en la final de la Copa Libertadores. Quiero pensar que sería la misma ilusión de los ecuatorianos si se nos concediera el sueño.

Ellos, los hinchas, han llegado por miles. Han llegado con su comida, su idioma y, por supuesto, su fútbol. Están copados hoteles, hostales, departamentos y restaurantes. No solo de Guayaquil, sino incluso de ciudades cercanas como Salinas, Milagro, Durán, y hasta Cuenca.

A los hermanos brasileños les decimos ‘bem-vindos’ (bienvenidos). Que disfruten de su fiesta, que es de todos.

Para la gran mayoría se trata de un viaje largo, de muchas horas entre vuelos y escalas; por eso, llegan con varios días de anticipación. Quieren tener todo en orden para no perder sus cupos, seguir las noticias locales, entender las rutas de acceso al estadio y, de paso, aprovechar para conocer una ciudad sudamericana a la que, tal vez, jamás hubieran visitado si no fuera por esta magnífica coincidencia.

Pero, ojo, que los números que este tipo de eventos le dejan a la ciudad y al país son también parte de un sueño.

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Desde todo punto de vista, los eventos deportivos se han convertido en un gran negocio a nivel mundial. Alrededor de ellos se mueven cifras astronómicas, asombrosas, incluso para países del primer mundo. No se diga para un país de nuestro tamaño.

Solo en lo estrictamente deportivo, la cancha del estadio ecuatoriano verá desfilar jugadores cuyo presupuesto anual equivale aproximadamente a 220 millones de dólares en sueldos. Sin duda un tremendo lujo para los hinchas locales e internacionales.

Por su parte, la suerte de los clubes del fútbol sudamericano que participaron no es nada despreciable: aproximadamente 245 millones de dólares se reparten en premios.

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En cuanto a ingresos extradeportivos, en cifras prepandemia: la primera final 2019, entre el Flamengo y el River Plate, tuvo 700 periodistas acreditados de medios de 28 países; generó más de 62 millones de dólares para la economía peruana; y fue transmitida a 186 países.

En estas cifras no están incluidas algunas otras adicionales que se generan y se quedan en el exterior, tales como derechos de transmisión, publicidad, venta de tickets aéreos, entre otros.

Por eso en realidad este artículo más que de fútbol trata de recoger una maravillosa realidad que nuestra ciudad está viviendo, aunque sea por unos cortos días.

A los hermanos brasileños les decimos bem-vindos (bienvenidos).

Que disfruten de su fiesta, que es de todos. Que viva el fútbol y toda la magia que irradia el indiscutible rey de los deportes. (O)