El presidente salvadoreño anuncia una ley para adoptar el bitcóin como moneda de curso legal. La noticia hizo ronda por el mundo, por ser el primer país en legalizar una criptomoneda descentralizada. El Salvador está dolarizado. Gran parte de la población salvadoreña vive en el exterior y manda remesas. Las empresas que las transfieren cobran comisiones que suman el 10 % de los valores remitidos. Bukele estima que la criptomoneda abaratará las transacciones. Pero no parece una decisión acertada. El bitcóin oscila drásticamente en valor y es de compleja utilización.

Aclaremos conceptos.

La tecnología digital permite que hagamos transacciones de billetera móvil: transar con un teléfono inteligente el dinero de nuestra cuenta bancaria. Utilizar nueva tecnología para un tipo de transacción que ya existe. Además, un país puede emitir su moneda de manera digital. Significa que los depósitos que transamos no están en un banco privado, sino en el Banco Central, por lo que si tenemos dinero digital y queremos un préstamo, tendríamos que pedírselo al Banco Central. Si llegase a popularizarse esto, se estatizaría el negocio bancario. Esto está muy lejos de darse. China está experimentando en ello. Es lo que quiso hacer Correa y lo que ofreció su candidato. Pero Ecuador no tiene moneda propia y no puede emitir una moneda ni física ni digital. Un paso más allá lo dio Venezuela, en crear una criptomoneda, el petro, por lo que Venezuela tiene dos monedas oficiales. No se conoce que el petro haya ‘pegado’.

La emisión de una moneda digital requiere la encriptación para evitar robos y falsificaciones, por eso su nombre genérico de criptomoneda. En 2009, Satoshi Nakamoto (seudónimo) inventó una criptomoneda descentralizada, o sea no emitida por un Banco Central, y la denominó bitcoin. Se la puede comprar pagando con dinero. La emisión de bitcóin se da mediante la minería que es una auditoría de posibles falsificaciones y duplicaciones.

Bitcóin ‘pegó’, sobre todo porque los libertarios vieron en ella una independencia frente a los Estados. La demanda por tenerla superó la emisión mediante minería, se apreció, mucha gente hizo fortuna, y atrajo más inversionistas. A su vez estimuló la aparición de otras criptomonedas. Diez años después de su aparición, la criptomoneda descentralizada aún no tiene uso práctico, como comprar una camisa o un auto. Las excepciones son Venezuela y Zimbabue por hiperinflacionarios. Es dudoso que la criptomoneda logre remplazar a las monedas estatales. Su mayor uso práctico es en la delincuencia. Los que secuestran los datos en computadoras piden pago en criptomonedas. También se usa en narcotráfico, evasión tributaria.

Las criptomonedas existen esencialmente como instrumento especulativo, y secundariamente, de ahorro. En cuanto su uso para ahorro, son más como el oro que como una moneda. En cuanto a lo especulativo, es una piramidación: los que compran pronto, si la criptomoneda despega, ganan mucho y los que vienen a la zaga, pueden perder.

Su uso es complejo. Si un hacker roba los datos de alguien, le puede vaciar la cuenta. Hay casos de millonarios que han perdido acceso a su dinero al haber incurrido en un error de claves.

Invertir en criptomonedas no es para el inversionista casual, sino para el dedicado. (O)