En 1981 estudiaba Administración de Empresas en Houston y Ronald Reagan era presidente de los Estados Unidos; sin duda, un presidente liberal que creía en la democracia y en el funcionamiento del mercado sin mucha intervención del Estado. Su antipatía por el comunismo marcó su gobierno, lo que se evidencia en uno de sus discursos: “La Unión Soviética es el foco del mal en el mundo moderno”. Reagan junto con el santo Juan Pablo II fueron artífices de la caída del muro de Berlín en 1989 y del comunismo a los pocos años.
Entre 1991 y 1992 tuve la suerte de realizar negocios en Rusia, luego de que, en la Perestroika de Gorbachov y la Presidencia de Yeltsin, la Federación Rusa abrió su economía al mercado. Fundé una empresa que exportaba café soluble ecuatoriano a Rusia, siendo pioneros.
Por motivos personales vendí la empresa y regresé al Ecuador, luego de haber emprendido en un ambiente difícil, sin sistema judicial, sin una real democracia, sin seguridad y sin derecho a la propiedad privada, y razoné respecto de por qué cayó el comunismo en términos económicos. Palpé que Rusia tenía una economía con grandes recursos naturales y un mercado interno amplio; sin embargo, se ha evidenciado en el mundo que los recursos se desperdician cuando el Estado toma decisiones en forma centralizada, interviniendo en la oferta y demanda agregada y en la producción de bienes y servicios, lo que causa sobreoferta en un segmento económico, escasez en otro y bienes-servicios de mala calidad con altos precios.
Recientemente leí el libro La crisis del capitalismo democrático, de Martín Wolf, economista del Financial Times, quien argumenta que la democracia liberal está en riesgo y que el autoritarismo ha empezado a tomar viada. Wolf afirma que el siglo XX fue de dictadores monstruosos y que al parecer estos dictadores han regresado en este siglo; identifica a Xi Jinping, Vladimir Putin, Donald Trump, Narendra Modi y Jair Bolsonaro como futuros dictadores que liderarían cinco importantes países en el mundo moderno y que la democracia estaría en riesgo porque sus líderes buscan el poder sin mayor control.
Según Wolf, ni la política ni la economía funcionan sin un alto grado de honestidad, confianza, integridad, autocontrol, sinceridad y lealtad para compartir el buen funcionamiento de instituciones políticas, públicas, judiciales y otras esenciales para el bienestar de las personas. En su ausencia, un ciclo de desconfianza corroerá las relaciones políticas, sociales y económicas.
En estos días vi la serie Día cero y se me quedaron algunas ideas para el momento que vive el Ecuador. Según la serie, concluyo en que hay que elegir un Gobierno que nos diga la verdad, porque la verdad es difícil de encontrar, hasta más difícil de enfrentar, pero siempre vale la pena el esfuerzo.
Para resolver nuestros problemas hay que buscar el bien común, luchar contra la corrupción buscando la verdad y como nos enseñaron en el colegio: siempre ir hacia adelante con altura (Ad Superna Intenti). Busquemos siempre la democracia con libertad y no la democracia autoritaria. (O)