El pronóstico ante la elección presidencial del 13 de abril parece un juego de azar. El empate técnico de la primera vuelta se mantiene sin variantes en la segunda. Así, el destino de 18 millones de ecuatorianos pende del lanzamiento de una moneda. Aunque el cara o sello equivale al día o la noche.
En la práctica, hay que escoger entre dos opciones conocidas. Una que significa la continuidad del actual gobierno, con 16 meses de gestión, un período relativamente corto, que supone revalidar una apuesta en lo futuro. La otra que gobernó durante 10 años, con el modelo autoritario de socialismo del siglo XXI y que, por lo contrario, representa una vuelta hacia el pasado, con todo un potencial de exacerbar la misma división de la sociedad ecuatoriana –que es parte de su legado histórico– con consecuencias nefastas.
Cabe apelar a parámetros comparativos de gobernanza y cohesión social que enmarcan la relación del poder con la ciudadanía, esto es, con sus mandantes: democracia, institucionalidad, seguridad, economía y empleo, pobreza y corrupción. Cabría agregar la inserción de Ecuador en el nuevo escenario internacional marcado por la segunda administración Trump. En cada uno de estos factores, el balance favorece a Noboa antes que Luisa, aun ponderando carencias y limitaciones del actual régimen. En democracia e institucionalidad, se ha mantenido una relativa independencia de los órganos de control, a pesar de los amagos de cooptación del correísmo a través de su marioneta del CPCCS con los peones de la Liga Azul actualmente procesados por delincuencia organizada. Una señal de la amenaza de simulación y falsedad que aguarda a los ecuatorianos ante la eventual vuelta al poder de la RC 5. No cabe el engaño: el azul celeste es el mismo verde flex reciclado.
Respecto a la seguridad, la diferencia es de sol y sombra. Mientras Noboa mantendrá el estado de guerra interna contra el narcoterrorismo, el correísmo pactará una entente cordial con sujeción a la fórmula de su coideario mexicano AMLO de “abrazos y no balazos”. La propaganda de Luisa de devolver los militares a sus cuarteles apunta a esa diana.
Sobre economía y empleo, ambas propuestas se oponen. Mientras uno procura apuntalar un modelo promercado que aún está por despegar, la otra apunta a devolverle el protagonismo al Estado, una opción inviable por la falta de recursos fiscales. Desde luego ahí surge la solución “revolucionaria” de los ecuadólares que puede conducir a la quiebra y quién sabe si a la desdolarización del país.
La pobreza y corrupción son factores de acentuado contraste. En lo primero, todo dependerá de la reactivación económica, cuya avanzada debería corresponder a los sectores estratégicos de la economía refrenados por el absurdo modelo estatista de la Constitución progre de Montecristi. Sobre lo segundo, no cabe siquiera comparar luego de los escándalos que han vinculado a la RC 5 con la narcopolítica. Sobre el alineamiento internacional de Ecuador, apostar por la alianza con Venezuela, Nicaragua y Cuba sería un salto al vacío, de consecuencias funestas.
Cara o sello, no hay que volver la mirada atrás como la mujer de Lot. (O)