Para los académicos sería muy fácil no decir nada, mejor solo impartir clases o investigar. Pero a veces no decir nada va contra nuestro código deontológico. ¿Cómo les decimos a los jóvenes que respetar la ley y el Estado de derecho es bueno para la economía y para la democracia si nosotros mismos no somos capaces de decirlo?

No es que creamos que el derecho internacional es unívoco o de absoluta aplicabilidad. Todo lo contrario. Potencias grandes (EE. UU., Rusia, China) y medianas –como México– siempre utilizarán a países pequeños para dar lecciones ejemplares al resto. Eso es lo que quiere México con su demanda ante la Corte Internacional de Justicia, y muchas potencias están dispuestas a acompañarlo, por el efecto disciplinante para el resto del sistema internacional. La única alternativa que tiene un país pequeño como Ecuador sigue siendo actuar en democracia, apegado al derecho como única opción para defenderse de embates externos.

Cadena de errores

Ecuador llevaba el liderazgo moral internacional hasta el viernes 5 de abril. Los países de la región conocían los exabruptos del presidente mexicano y sus intromisiones en política interna de países hermanos. Le había tocado a Chile, Argentina, El Salvador, no se diga a Ecuador, por la influencia persistente del expresidente Rafael Correa. La insensible mención del asesinato de Fernando Villavicencio ahondó la herida. Pero el Gobierno del Ecuador tenía muchas salidas a su alcance, incluso no otorgar el salvoconducto, negociarlo o litigarlo. En última instancia, incluso aprehender a Jorge Glas en el aeropuerto al no tener el salvoconducto. Todo hubiese sido mejor que un asalto a la embajada.

El patrimonio criminal para la reparación social

Es lamentable que el Gobierno insista en su error y siga malaconsejado. Tampoco es buena señal que la defensa del país haya recaído en un vicecanciller encargado, que apenas fue ascendido a embajador tras su actuación ante la OEA, o que –ante una crisis de esta naturaleza– no se convoque a la Junta Consultiva y, a la par, a una comisión del más alto nivel para preparar la defensa ante la ICJ.

Un Gobierno que recién empieza debería tener apertura para buscar salidas dignas y urgentes a una crisis diplomática que se ahonda cada día, con nuevos retiros de cooperación en inteligencia, electricidad o ayuda al desarrollo. Nada es casual. Es la forma como muchos Gobiernos –amigos y no tan amigos– están señalando la única salida rápida posible: excusas públicas internacionales y garantía irrestricta a sedes y propiedades diplomáticas antes de volver a sentarse a la mesa con el Gobierno del Ecuador, cualquiera que este sea.

Después de tantos años de un terrible manejo de lo internacional, como la absurda concesión de asilo a Julian Assange cuando estaba acusado de delitos comunes (acoso y violación sexual en ese momento), expulsión de diplomáticos estadounidenses, exabruptos contra representantes de la Unión Europea y hasta alineamientos gratuitos ya sea a bloques contrahegemónicos o con grandes potencias, creíamos que la era de mala política exterior había terminado.

Lo mínimo que esperábamos muchos ecuatorianos es mesura y visión de largo plazo en el manejo internacional. Eso debe demostrar el Gobierno de Daniel Noboa y con urgencia. Rectificar también es parte de gobernar. (O)