Frente a la necesidad de cubrir el déficit fiscal, los gobiernos –por lo general– suelen acudir a una medida nada creativa, como aquella de cargar impuestos a la población, con lo cual se limitan las posibilidades de expansión del consumo, al extraerles dólares a las familias y con ello afectar a la demanda agregada tan importante para el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

De ahí que deberíamos mirar otras opciones, mucho más imaginativas, para nutrir los ingresos fiscales. En esa línea, con honrosas excepciones, los políticos ecuatorianos serían fuente permanente e inagotable de recursos, si pudiéramos, valga suponer, fijar un impuesto progresivo por cada uno de los dislates que se dicen y hasta defienden con entusiasmo.

Verbigracia, Luisa González, candidata presidencial por el correísmo, durante una entrevista radial, sin sonrojarse siquiera y con un convencimiento que parecía forjado en el acero, sostuvo que los venezolanos están “corriendo de vuelta a su país porque es más seguro que Ecuador... y tiene mejores condiciones de vida”.

No obstante, basta revisar cifras para desmontar esa falacia. Así, el Observatorio Venezolano de Finanzas da cuenta de que la economía se contrajo en 7,6 % durante el primer trimestre de 2023 y en 6,3 % en el segundo trimestre. De ahí que técnicamente hablemos de recesión al haber acumulado dos trimestres seguidos con crecimiento negativo de su PIB. A esto se suma una tasa de inflación anualizada de 439 %, es decir, una indetenible subida en los precios de los bienes y servicios que se traduce en menor poder adquisitivo para la población.

Venezuela, ¿mejor que Ecuador?

Como se podrá entender, en ese escenario de recesión, caen el consumo, inversión, producción, crece el desempleo y se cierra ese círculo vicioso que conlleva enormes costes económicos y sociales.

(...) es una ofensa... a los 7,7 millones de refugiados y migrantes venezolanos regados por el mundo...

De otro lado, Venezuela al año 2022, según InSight Crime, lideró en la región los problemas de violencia, al tener una tasa de homicidios por cada cien mil habitantes, igual a 40,4, en tanto en Ecuador ese índice se ubicó en 25,9. Lo cierto es que, en uno y otro caso, las estadísticas son de terror, catastróficas.

Por ello, sostener que al momento en Venezuela haya mejores condiciones de vida que en Ecuador no solo es una ofensa y bofetada propinada a los 7,7 millones de refugiados y migrantes venezolanos regados por el mundo (incluidas las casi 475.000 personas dispersas en el país), sino desconocer una dura realidad que se advierte en el campo económico y de seguridad en la que viven los venezolanos bajo la férula del régimen de Nicolás Maduro.

Sin duda, se trató de una declaración poco afortunada de Luisa González, quien –no obstante– lejos de reconocer el craso error cometido al colocar a Venezuela como un referente comparativo, lo que hubiera sido una muestra de madurez política, ahora, más bien, trata de endilgar la culpa de ese pronunciamiento al periodista con el que mantuvo la entrevista e incluso introduce el concepto: “Me refería a la supervivencia física”.

Por eso mismo, no faltará que, entre venezolanos, en media calle, se pregunten con cierta sorna: Chamo, ¿qué haces aquí? (O)