Muchos se preguntan: ¿qué tal es el manejo económico del Gobierno (este o cualquier)? Comparto algunas pistas para que usted saque sus propias conclusiones, ciertamente subjetivas porque no hay un solo indicador que nos dé la respuesta, sino un conjunto de piezas para armar un rompecabezas. Incluyendo el establecer cuáles son los objetivos de un buen manejo económico: que todos (o la mayoría de) los ciudadanos vivan mejor, es decir, tengan más y mejores empleos, educación, salud y más. Y para eso hay medios importantes: al menos, condiciones económicas, políticas y legales que incentiven la inversión, o estabilidad y disciplina para poder visualizar el futuro con más confianza, o un entorno para que la gente, y no el Gobierno, sea el eje del empuje social.

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En el pasado, antes de la dolarización, había ciertamente dos factores muy ligados a la acción gubernamental que permitían evaluarla “a la vista”: inflación y devaluación. Ambas eran en esencia negativas y provenían de decisiones fiscales y monetarias, que tendían a financiar al Gobierno y a la economía vía más creación monetaria y más devaluación. Una decisión clara de privilegiar la manipulación del dinero por encima de decisiones reales, como aumentar productividad, manejar mejor el fisco o un más adecuado mercado laboral. Pero en dolarización (¡enhorabuena!) el instrumental monetario ha desaparecido y ahora debemos juzgar con base en los demás criterios.

Muchos escogen como primero, y casi único criterio, el manejo de las finanzas públicas...

Muchos escogen como primero, y casi único criterio, el manejo de las finanzas públicas. Posición ciertamente exagerada, aunque sea importante. ¿Cómo juzgar el manejo fiscal? Uno, tener al menos cuentas aproximadamente equilibradas para no endeudarse en exceso y disponer de ahorros y opciones cuando vienen las vacas flacas. Dos, preguntarse si ese equilibrio proviene de una reducción de gastos improductivos del Estado (¡enormes!) o más bien de la suerte (ejemplo, alto precio del petróleo) o incremento de impuestos. Tres, incluso cuando se habla de reducción del gasto, preguntarse si se lo hizo de manera permanente (eliminando de raíz actividades inútiles) o solo difiriendo temporalmente ciertos gastos que son esenciales y nunca se deberían diferir (mantener en buen funcionamiento las escuelas o abastecer los centros de salud) u otros gastos que igual hay que hacer un tiempo después (mantener carreteras). Cuatro, ¿se ha mejorado la calidad del gasto estatal en salud, educación, seguridad o justicia? Cinco, ¿se ha hecho un esfuerzo para trasladar actividades al sector privado (ejemplo, vender empresas o concesionar obras) y desregular la vida diaria?

Luego, analizar si se han enfrentado otros problemas de fondo. Hoy en Ecuador, donde se necesita “prender el turbo”, por ejemplo… Uno, ¿en algo se ha avanzado en mejorar el mercado laboral? Dos, ¿en resolver el grave problema del monopolio del IESS en salud y jubilación? Tres, ¿en la apertura externa, como tratados de comercio, baja del ISD o menores aranceles? Cuatro, ¿en empujar más minería y petróleo responsables? Cinco, ¿en crear un entorno más competitivo para la banca, con más competencia externa? Seis, ¿la economía crece o podrá crecer sosteniblemente sin el engaño de ‘raspar la olla’?… ¿Le he ayudado para evaluar? (O)