En diciembre de 2017, ya Moreno de presidente del Ecuador, le es concedida a Julian Assange la ciudadanía para convertirlo en diplomático y poder venir a nuestra tierra, pero el Gobierno británico negó la representación. Nada raro si ya había amenazado entrar ilegalmente a nuestra embajada en Londres y rehusado otorgarle el salvoconducto para que salga de la legación de la antes potencia colonial de EE. UU. de América, en deber de obediencia a su antes colonia, que perseguía al periodista por develar los secretos a voces de las atrocidades de su ejército en Irak, Afganistán y la Bahía de Guantánamo, quitándole así al poder su poder, como decía Umberto Eco, en relación a Hillary Clinton, representante de ese poder. Aunque, claro, solo lo magulla, menoscaba más su reputación.

Entre conquistas y reveses, el Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias calificó de arbitrario el encierro obligado del australiano, Suecia abandonó la investigación por sus inventados delitos, la mano del gran poder la había promovido. Periodistas y abogados demandaron a la CIA por haberlos espiado cuando visitaron al periodista en la embajada, a través de la misma compañía de seguridad contratada por Ecuador.

El 2018 empezaron las mayores dificultades para Assange. El presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Congreso estadounidense le escribió a Moreno expresándole su preocupación por la presencia de aquel en la embajada y que les había desalentado saber que su Gobierno le había restaurado el servicio de internet. Había palpado la tesitura del destinatario del mensaje, y, prevalido de la fuerza del Estado hegemónico le manifestó que, para seguir colaborando con el país era necesario entregar a las autoridades correspondientes al “criminal peligroso, amenaza para la seguridad mundial”. Otros congresistas estadounidenses enviaron cartas al mandatario de Ecuador, del mismo cariz. En junio de ese año el vicepresidente de los EE. UU., Mike Pence, visita Carondelet, donde se despliega una gigantesca bandera de ese país y trata con su vasallo el tema. Las presiones rinden frutos y en octubre el Gobierno ecuatoriano dicta un protocolo para “garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales” del periodista, que más bien se los negaban: a partir de diciembre la embajada, por razones de presupuesto no pagaría su alimentación, cuidados médicos y otros gastos como lavandería y tendría él que hacerlo. Así trataba el Ecuador a su huésped, siendo como es el de asilo un derecho constitucional, a cuyo titular se debe una protección especial. Añadiendo más ignominia, el Gobierno permite que los diplomáticos de su embajada sean interrogados por fiscales estadounidenses y agentes del FBI.

En vista de tales acciones, la defensa del australiano acude a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a fin de que obligue al Estado ecuatoriano a dar al asilado la protección que establece el derecho internacional. La CIDH traslada la petición y el canciller José Valencia responde que no existen elementos objetivos para entregar a Assange, que existen recursos internos para cesar el asilo, lo que reitera a la Asamblea Nacional. En marzo de 2019 la Comisión cierra el caso y le recuerda a Ecuador que debe respetar el derecho de asilo y que para darlo por terminado debe hacer una evaluación previa para determinar si existe riesgos de vida, libertad, seguridad e integridad física y psicológica del asilado y tener una entrevista con él. Un mes más tarde, para vergüenza de los ecuatorianos y de los ciudadanos del mundo, después de haberlo hostigado, con pretextos y mentiras, sin seguir las medidas impuestas por la CIDH, Moreno lo entrega a sus enemigos. Y se rehusó a devolverle sus cosas.

La farsa de Moreno y su canciller, según la defensa de Julian, quedó confirmada con el diario del ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Alan Duncan, quien dijo que habían acordado la entrega para enero de 2019, pero que debió postergarse por las medidas cautelares que aquel pidió a la CIDH. “La embajada se ha convertido en una trampa para Assange. El momento que vulnere cualquier aspecto del protocolo, lo pateamos fuera de la embajada. El embajador de Ecuador me reportó que le han quitado su gato”. Duncan reconoció haberse reunido con el vicepresidente estadounidense y el secretario del Departamento de Estado, Mike Pompeo, para presionar a Ecuador, quien escribió: “Hice lobby con los ecuatorianos para que patearan a Assange fuera de la embajada… y finalmente capitularon”.

Julian, después de tantas violaciones a sus derechos, debió declararse culpable de espionaje, a pesar de que Bradley Manning le había dado la información que suministró a los diarios que la publicaron y a quien intimidaron para que declare que aquel la había instado a que obtenga dicha información y no lo lograron. Ahora disfruta de un merecido descanso, su esposa manifestó: “Les pido que nos den espacio para encontrar nuestro sitio y dejar que nuestra familia sea una familia antes de que hable otra vez”.

Assange, Manning, Snowden y tantos otros valientes de la historia, son la hierba del páramo que se arranca y vuelve a crecer, como exclamaba la gran líder indígena Dolores Cacuango. Algún día, con favorables circunstancias y el arresto de los pueblos del planeta, no habrá más supremacías ni sumisiones. (O)