De octubre de 2024, recién estrenada en Ecuador hace pocos meses, dos horas de duración; fui a verla con cierta expectativa positiva, por enterarme de detalles, que precisamente por el carácter reservado de estas reuniones, uno desconoce.
La película dirigida por Edward Berger, escrita por Peter Straughan y protagonizada por Ralph Fiennes como el cardenal Thomas Lawrence, decano de un grupo de más de 130 cardenales; está tan bien realizada, tanto que algunos críticos la hicieron merecedora de ocho nominaciones para los Óscar, obteniendo al final uno y un Globo de Oro, además de considerarla como una de las 10 mejores películas del 2024.
Se desarrolla mayormente como una película de suspenso psicológico, que capta la intimidad de detalles y manejos ocultos que se desarrollan en el proceso de la elección de un nuevo pontífice. Deja entrever las diferentes tendencias enfrentadas y corrientes de pensamiento, entre los extremos más conservadores y liberales de la cúpula de la Iglesia.
Se demuestra que entre los cardenales que participan en la elección, todos hombres supuestamente virtuosos, que han alcanzado las más altas dignidades, siguen siendo muy de carne y hueso, pecadores como todos nosotros y con ambiciones de alcanzar los más altos puestos de poder dentro de la institución. Se justifican a sí mismos comportamientos controvertidos, comprar conciencias, chantajear, espiar y sorprender con sus más insólitas acciones.
Me decepcioné con el desenlace, esperaba un resultado más tradicional, apegado a las expectativas de todo feligrés, que se decidan inspirados por el Espíritu Santo, por un hombre bueno, capaz de modernizar y hacer progresar la Iglesia, sin crear dudas o caer en ideologías extrañas a la tradición de nuestra fe. El filme contaminado por el relativismo moderno, que todos tienen iguales derechos, aboga subrepticiamente por las ideas woke o de la ideología de géneros.
Se deciden por un nuevo cardenal prácticamente anónimo, que el papa recién fallecido nombra en secreto, a último momento, un mexicano de apellido Benítez, arzobispo de la lejana Kabul (Afganistán), quien reconoce que fue ordenado sacerdote como varón, pero que últimamente le descubrieron en su cuerpo la existencia de órganos reproductivos femeninos y que él mismo declara, no saber cómo reconocerse a sí mismo, si como hombre o mujer; además que se niega a modificar su anatomía, alterar el cuerpo que Dios le ha dado. Declara que el papa fallecido conocía de su realidad y aún así decidió mantenerlo como cardenal, como príncipe de la Iglesia, elegible y elector del sucesor.
No sé qué mismo fue lo que se propusieron los realizadores de la película o el autor del libro, Robert Harris, sobre el cual se construye esta peculiar historia. Nos quieren preparar el ánimo para cualquier nueva excentricidad, como la admisión al sacerdocio femenino, de homosexuales o cualquier tema ajeno a nuestra fe.
La película merece nuestro rechazo, no debemos fomentarla, auspiciarla ni pagar por ella. La Iglesia en ninguna forma ha participado o dado su aprobación. (O)