El presidente se propuso arrancar con su gobierno hecho un bólido, como inspirado por Usain Bolt. Decretó planes de acción concretos y de metas cuantificables en las distintas áreas estratégicas. Solucionó en cortísimo plazo el avance de la pandemia. Envió a la Asamblea un proyecto de ley urgente de reformas cuyo hilo conductor era el plan para rescatar la economía.

La Asamblea rehusó tratar el proyecto. Que el programa económico no es una película, sino una miniserie. Que hay que mandarlo por capítulos. En la Asamblea, los unos no están conscientes de que, si el programa económico se dilata, se perderán irremediablemente muchas plazas de empleo; los otros buscan el fracaso de Lasso para retornar en 2025, como sucedió en Argentina.

El jefe de Estado no parece haber previsto el rechazo de la Asamblea. Se muestra dubitativo sobre cómo proseguir. Inicialmente anunció que, como la acción de la Asamblea no se ceñía al tratamiento prescrito, una vez expirado el plazo enviaría la ley al Registro Oficial, lo cual era coherente con la estrategia de alcanzar resultados rápido. Que tenía firmado el decreto para ir a muerte cruzada. Pero reculó. Que dividiría el proyecto en tres, y como había declarado estado de excepción, mandaría como urgentes los dos primeros, el tributario y el laboral, y posteriormente mandaría el tercero, el de inversiones. Su más reciente declaración es que mandará solo el tributario.

Si la Asamblea admite el proyecto tributario y se toma el mes en aprobarlo, el presidente tendría que emitir su veto parcial a la brevedad posible. Ahí empezará a correr el plazo para que la Asamblea se pronuncie sobre el veto. Para que la ley entre en vigencia, todo el trámite debe cumplirse antes de fin de año. Los tiempos quedan justos. Para entonces, ya habrá transcurrido medio año del gobierno, y recién se iniciaría la danza para ver si hay reforma laboral. ¿Cuándo, entonces, las reformas para atraer la inversión? ¿Cómo va el cumplimiento de las metas que puso el presidente en las diversas áreas para los primeros 100 días de gobierno? Parece que cambió de asesor, sale Bolt y entra Eliud Kipchoge, medalla de oro en maratón.

Mientras no haya claras señales de que el Gobierno logra avances concretos, no se reactivará la reducción del riesgo país (tampoco las tasas de interés de futuros créditos) y las empresas pecarán de exceso de cautela para hacer nuevas inversiones.

Entre las señales alentadoras que el país espera: un cronograma para eliminar el ISD. Un país dolarizado, donde se paga 6 % anual sobre depósitos, gobernado por un presidente que vela por la salud del sistema financiero, y sin ISD, sería un imán para atraer capitales, con lo que bajarían las tasas de interés, aumentaría el crédito y se reactivaría la economía.

En lo petrolero, saber que las contratistas a las que se les adjudicaron bloques intracampos durante el gobierno de Moreno realizan inversiones y que aumentará la producción. Porque, como van las cosas, en lugar de aumentar este año, como está programado, va a disminuir. Saber si ya está autorizado el inicio de trabajos de las contratistas mineras que entraron en los últimos cuatro años, y cuándo se va a reabrir el catastro minero.

Sin inversión en petróleo y minas se dificulta la reactivación y crece la amenaza de una nueva ronda de impuestos. (O)